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Acaba la temporada de caza de jabalí con los cupos agotados y petición de batidas

-Las sociedades de Rodeiro y Dozón eliminaron el doble de animales que el año pasado -Lalín acusa una densidad mayor de ejemplares tras la oleada de incendios en Silleda

La cuadrilla jabalinera de Rodeiro, con ocho ejemplares abatidos el pasado 6 de enero.

La temporada de caza de jabalí terminó el fin de semana con unos resultados que ya se atisbaban en el ecuador de la temporada, allá por noviembre. Las sociedades de caza de Deza agotaron sus precintos y anuncian que solicitarán batidas por daños -este fin de semana ya hay una en Silleda- que previamente comunicaron los ganaderos afectados a la Xunta.

La densidad de esta especie de caza mayor es tal que en Rodeiro, se cubrieron los 104 precintos autorizados, que en principio eran 60 pero que fueron ampliándose conforme avanzaba la temporada. Se abatieron casi el doble de los 57 que se pudieron cazar la temporada pasada. Su aumento de población se debe a que el animal huyó de las zonas ardidas del concello vecino de Cea, pero también de Agolada. El jabalí campa a sus anchas por Rodeiro, hasta el punto de causas 11 accidentes de tráfico en las últimas semanas. En el concello de Dozón, no hubo que ampliar los 48 precintos autorizados, pero se usaron todos, mientras que en la temporada pasada se abatieron 17 ejemplares. Tanto en Rodeiro como en Dozón hay solo una cuadrilla, y sus directivas descartan contar con un nuevo grupo, y el segundo municipio está catalogado como "un punto conflictivo" por las denuncias que comunican los ganaderos. Aún así, el número de precintos que se conceden al inicio de cada temporada se revisa cada cinco años, como explica el presidente, José Rodríguez.

En Lalín, las seis cuadrillas de jabalí usaron en torno a los 180 precintos concedidos, que en principio eran 140. El incremento se debió, como explica el presidente del colectivo, Julio Mariño, a que este año sí se permitió la caza en zonas vedadas y de adiestramiento en las que se comunicaron daños por cultivos. A Lalín le afecta el trasvase de animales que huyeron de las zonas ardidas de Silleda, y también la cantidad de sotos de castaños abandonados, que suponen una excelente fuente de comida durante el invierno. Mariño, igual que José Rodríguez, cuestiona la política que sigue la Xunta a la hora de conciliar esta especie con la agroganadería. El protocolo a seguir cuando se produce un daño en una finca es la denuncia del mismo a Medio Ambiente, que después desplaza un agente para comprobar el incidente y a continuación se avisa al tecor o sociedad de caza para que pida batidas. Pueden pasar dos o tres días, y mientras tanto el jabalí (sobre todo si se trata de una hembra con crías) acaba de destrozar el maizal o el prado. "Nosotros no podemos actuar sin autorización de la Xunta", recalca Mariño, mientras Rodríguez se queja de que el gobierno autonómico desoyó su propuesta de alimentar al animal en el monte, "porque según la Xunta provocaría el furtivismo", apunta el presidente de Dozón. Rodríguez incide en la necesidad de controlar este animal, "porque si este año no matásemos esos 50 ejemplares, quizá para el próximo tuviésemos 150 más", argumenta.

En Silleda también se abatieron más ejemplares que en la temporada anterior, con sus 85 precintos agotados. Los daños se concentraron en este mes de enero, relata el presidente, Jesús Caramés. El Tecor Farelo disponía de una treintena de permisos. Esta Redacción no pudo contactar con la presidencia de la sociedad cinegética de Vila de Cruces.

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