Ni fueron movidas por elefantes ni tienen nada que ver con la época castrexa. Estos son algunos de los mitos que ayer corrigió la arqueóloga María José Bóveda durante la charla que impartió sobre las Mámoas da Cruz en el local social de Alperiz, el lugar de la parroquia de Parada en la que se ubican estos yacimientos megalíticos construidos hace unos 5.000 años, durante el Neolítico y siguiendo una corriente que se extendió por la Europa Atlántica, la Cornisa Cantábrica e incluso el Mediterráneo.

Alperiz contaba con siete mámoas, de las que son visibles tres: el dolmen del Altar do Sol, la Mámoa da Cruz 1 y la Mámoa da Cruz 5. La existencia de estos lugares de enterramiento comunitario ya se documenta en el año 1953, con Fermín Bouza Brey, y cuatro años después, con Ramón Sobrino Lorenzo, más centrado en los grabados serpentiformes que guarda la losa de cabecera de la Mámoa a Cruz 1, que María José Bóveda considera casi únicos a escala gallega. Como recordó la arqueóloga y uno de los vecinos más ancianos del lugar, en los años 70 la construcción de la carretera causa serios destrozos en dos de los ortostatos de Mámoa a Cruz , partidos por maquinaria pesada. No es el único daño que suelen sufrir estos yacimientos: la roturación de tierras y la maleza acabaron convirtiendo desde mediados de los años 50 a la Mámoa da Cruz 1 en un lugar de enterramiento, pero de botellas y de zapatos. A finales de los años 80 se descubre que los grabados aún se conservan, y la intervención del año pasado permitió, además de limpiar el sepulcro, ver que en su momento fueron remarcados con pintura blanca, y que el tono rojo es una erosión del fuego, procedente tanto de las teas con las que se entraba a colocar a los difuntos como del que, ya en la Edad Media, encendía quien se refugiaba en este yacimiento. Falta por descubrir qué significan los grabados, si representan algo u obedecen a visiones de los chamanes. Sí están claras otras cuestiones: los ortostatos medían hasta 2,30 metros de altura, la entrada del conjunto está orientada al solsticio de invierno -por lo que debió de comenzar a construirse en esta estación, cuando apenas hay labor en la agricultura- y, posiblemente, el túmulo de tierra que rodea a la Mámoa da Cruz 1 tuviese continuidad en donde se coloca ahora la carretera. Bóveda indica que es muy probable que a varios metros por debajo del asfalto aún queden restos.