Vive a caballo entre Braga y su tierra natal de Lalín. Alumno aventajada desde una temprana edad. José Manuel González Méijome recibió el año pasado el premio internacional al optometrista de 2016, y desde la universidad donde trabaja ha participado en el estudio clínico para comprobar la efectividad de unas lentes de contacto que consiguen frenar la miopía en los más pequeños. Con este tratamiento, el laboratorio internacional con el que ha colaborado este lalinense ha conseguido que la progresión de este defecto ocular se frene en un 59 por ciento.

- ¿Cómo nació su vocación por la optometría?

-Soy el primer optometrista de la familia. De hecho, el año pasado cuando me dieron el premio en Cataluña titulé mi charla inaugural como El optometrista improbable, porque nada hacía pensar que yo pudiese acabar siendo optometrista. Lo cierto es que me gustaba la óptica, que era una carrera que en aquel momento llevaba pocos años, tenía mucha salida profesional, y eso me animó. A día de hoy todavía tiene pleno empleo, y luego ya cuando fui haciendo la carrera y metiéndome en la investigación fue cuando me gustó más.

- ¿Sorprendió mucho su vocación en el seno familiar?

-En mi familia hay dos frentes porque Lalín es una tierra de agricultura y ganadería, y una gran parte de mi familia se dedica a la ganadería lechera y de carne. Pero también en mi familia hay una tradición de profesores, tanto por parte de mi padre como de mi madre hay profesores de Primaria y de Instituto. Sin embargo, soy el primero que me dedico a la enseñanza universitaria fuera de España. Yo lo que tuve fue la suerte de encontrar una carrera que me motivaba mucho, y que me hubieran dado la oportunidad de hacer investigación, que es otra vía de realización profesional. Eso ha sido lo que me ha entusiasmado más porque soy una mente inquieta. Ya lo fui en Primaria porque a mis padres los llamaban de vez en cuando del colegio porque era buen estudiante y hablaba mucho. Entonces me costaría mucho adaptarme a un horario de nueve a siete siempre igual. Esto me permite hacer demasiadas cosas al mismo tiempo, a veces más de las deseables, pero sí me ha permitido mantenerme en muchos frentes de batalla y eso me estimula vamos.

- ¿El trabajo que realiza en este momento en Portugal se podría llevar a cabo en España?

-Mi trabajo actualmente consiste en tres ejes fundamentales. Uno de ellos es la docencia, el otro es la investigación y también la gestión universitaria. Sí lo hubiese podido hacer en Santiago porque la escuela universitaria tiene también su propio equipo de docentes y de investigadores. Desde el 2000 hasta la actualidad, que yo sepa, en la Universidade de Santiago no se ha creado ninguna plaza en el área de Optometría y Ciencias de la Visión. Lo que digo es que los medios existen y hay estudiantes para enseñar. Lo que no ha habido es la apuesta en la universidad por reforzar del personal docente ni siquiera hoy. Por lo tanto, yo no me hubiese podido dedicarse a esto allí con esas condiciones.

- Ni tampoco podría conseguir el premio internacional, que debe de ser algo muy especial, ¿no?

-Para mí, sin duda. Además, es un reconocimiento de una universidad con la que no tenía ninguna colaboración específica en aquel momento. Son compañeros que admiramos porque la Politécnica de Cataluña ha sido siempre una pionera en la enseñanza de la Optometría conjuntamente con la Complutense de Madrid, y de repente a mi me llega aquello y lo primero que les dije es que aquello me sonaba raro porque no sabía ni que el premio existiese. Entonces sí, fue una gran sorpresa y un honor muy grande porque nunca esperaría algo así en mi vida.

- Con lo traviesos que son los niños, ¿no resulta una misión imposible que se puedan acostumbrar a llevar lentillas?

-En los últimos diez años se han realizado muchas investigaciones, algunas de ellas en nuestros laboratorios, precisamente para evaluar si el uso era posible. Lo primero, si es posible adaptar lentillas a niños, y en segundo lugar, si el uso es seguro, es decir si el nivel de complicaciones es igual, mayor o menor que el que experimentan los adultos. Obviamente, una lentilla es un cuerpo extraño y hay que hacer una adaptación, hay que hacer un control y unos cuidados de seguimiento. Hoy en día ya podemos hablar de vivencia científica en relación al uso de lentes de contacto en niños, como el que acaba de realizar Coopervision, que es uno de los mayores por el número de niños implicados. Lo que quiero decir es que esa evidencia científica que no es más costoso adaptar una lentilla a un niño que a un adulto, que al niño no le cuesta ni siquiera diez minutos más de tiempo de enseñanza el poner y quitarse la lente de contacto, y lo más importante es que en los niños es donde hay un índice de complicaciones menor.

- ¿Qué edades son las más difíciles para esa adaptación?

-Donde hay más complicaciones relacionadas con el uso de lentes de contacto es en el grupo de edades entre los 16-18 años y los 25. Esa es la edad en la que nadie se plantea si se puede usar o no lentillas -se asume que sí- y sin embargo es donde hay el mayor porcentaje. No digo en valor absoluto, pero en porcentaje es en donde hay más problemas porque ya son creciditos, o creen que lo son, y no hacen las cosas como deben. Y los niños son muy cumplidores. Además, tenemos una gran ayuda porque toda la manipulación de las lentes se hace en un ambiente de supervisión paternal, es decir durante la mañana al ponérsela, o al final de la tarde al quitársela, ellos están en su casa y en su medio. La verdad es que es mucho más simple de lo que nos podemos imaginar porque la principal barrera viene muchas veces de los propios profesionales, que entendemos que es demasiado pronto o que el niño no está preparado. Las dimensiones de los ojos son exactamente las mismas que las de los adultos a efectos de adaptación de lentillas. Lo que tenemos que esperar es que al menos el niño sea autónomo en su manejo. Es decir, que sea capaz de ponerse y quitarse las lentillas en el plazo de una semana y no en un año, en caso contrario no se debe realizar la adaptación.

- ¿Tanto trabajo le permite escaparse de vez en cuando a su parroquia natal de Palmou?

-Voy muy frecuentemente porque la proximidad de Braga me lo permite. Sin embargo, tengo que decir que por mi profesión viajo mucho. Probablemente pase casi cien días al año fuera de Portugal y de España, pero sí que todos los fines de semana que puedo, que suele ser una vez o dos al mes, hasta ahora siempre vamos a Lalín. Estoy casado con una portuguesa, y tenemos una niña que tiene la doble nacionalidad, y a las dos también les gusta mucho visitar Lalín. Aunque mi esposa es de ciudad, también le gusta mucho la aldea como a mi hija, y por eso solemos aprovechar para ir a menudo.

- ¿Se ve en el futuro regresando a Lalín para seguir trabajando?

-Lo veo difícil porque he tenido, además, la suerte de tener una carrera muy meteórica en mi profesión. Es decir, a los cuarenta años he llegado a ser profesor catedrático de universidad, lo cual no es muy frecuente, y eso me lo ha proporcionado la Universidade de Minho. Se trata de una universidad que hoy en día tiene más de 20.000 alumnos, en donde estamos ya entre las 150 mejores universidades de la actualidad y me veo aquí. La verdad es que me veo aquí durante mucho tiempo y con mucho ahínco para salir adelante. Tengo que agradecerles que han apostado muy fuerte en mi, y yo también lo he hecho muy fuerte en esta universidad porque hemos trabajado mucho y, también, muy duro. Tenemos un equipo magnífico de jóvenes investigadores, gente como yo a los 24 años cuando llegue aquí, y hoy en día tengo conmigo diez o doce personas en una situación similar a la que tuve yo cuando me decidí por venir. No los dejaría por nada del mundo. Por eso digo que veo muy complicado el volver en esta especialidad. ¿En otras lides? Quién sabe porque no podemos decir nunca que no, pero estoy muy a gusto aquí, y la universidad me ha dado un trato que no me puedo en absoluto quejar. Me ha permitido progresar muy rápidamente en la carrera docente e investigadora, crear mi propio laboratorio, estar en contacto con instituciones internacionales y otras empresas, y participar en importantes proyectos internacionales. Sinceramente, no veo hoy en día en España en donde pudiese hacer exactamente lo mismo que hago en Braga.