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Ritual milenario en torno a un animal totémico

Los vecinos aprovechan el puente y las bajas temperaturas para realizar las últimas matanzas del cerdo de esta campaña

Matanza en una casa de Santiso, en Lalín, donde se sacrificaron cuatro cerdos. // Bernabé/Luismy

La coincidencia de este macropuente en los dos festivos de comienzos del mes de diciembre es aprovechada por muchos vecinos de la comarca para realizar la matanza del cerdo. Aunque las temperaturas ya no son tan bajas como las de los últimos días y hay una mayor humedad en el ambiente fruto de las lluvias, las condiciones son todavía muy favorables para que los particulares que han criado sus cerdos en casa durante todo el año reúnan a parientes y vecinos para sacrificar a un animal que en Deza es un tótem. Es así no solamente por la tradición milenaria que representa el ritual de la matanza, sino por la relevancia que la cría de estos mamíferos tiene para la economía de la zona.

La normativa de bienestar animal impulsada años atrás impide que el cerdo sea sacrificado como antaño, en donde el sacrificio se convertía en ocasiones en un espectáculo de disputa entre el animal y el hombre propio de un guión de una película gore. Para aliviar el sufrimiento del animal en su posterior sacrificio es preciso que antes de desangrarlo se deje ya moribundo mediante utensilios con un mecanismo percutor semejante al de un arma de fuego. A continuación sí el matarife puede clavar el cuchillo para desangrarlo y, tras aprovechar ese primer sangrado para la posterior elaboración de filloas, proseguir con las tareas propias de la matanza: chamuscado de las cerdas de la piel, apertura en canal y vaciado de vísceras y otros órganos y el posterior reposo de un día del animal para ya luego ser despiezado y más adelante aprovechar algunas de sus partes más nobles para la elaboración de embutidos. Aunque los hábitos no han cambiado en siglos, sí hay muchos menos familias que crían cerdos en casa para sacrificar porque entienden que el producto final es de una calidad superior al industrial. La alimentación es una de las claves, pero no la definitiva, porque también resulta casi imposible que los cerdos tengan como único sustento a productos naturales que no estén sujetos a un proceso de transformación industrial.

En la tierra donde la Feira do Cocido de Lalín cumple el próximo año 50 años de vida o Silleda programa hoy su segunda Festa Gastronómica do Porco, la producción industrial de este animal es clave en la economía sobre todo dezana, porque en la vecina Tabeirós tiene una incidencia menor. Según los últimos datos de la Xunta en los nueve concellos de la zona sus explotaciones aglutinan un total de 299.530 animales; entre madres reproductoras y cerdos de cebo para sacrificio.

Rodeiro, Silleda, Lalín y Dozón son, por este orden, los concellos gallegos con más cerdos. En un centenar esta industria es inexistente y entre ellos se incluye Cerdedo. Si las cabezas en la comunidad autónoma rebasan el millón y unas 314.600 corresponden a la provincia de Pontevedra, casi todas estas pertenecen a la zona. Rodeiro es el concello gallego con más cerdos al sumar en sus granjas 77.809 animales. En Silleda son 64. 065, Lalín (62.576) y 60.363 en Dozón. Sarria, Xinzo de Limia, Maceda, Sarreaus y Os Blancos completan el ranking de los 10 municipios con más cabezas de porcino. En Vila de Cruces hay 5.725, otros 14.044 en Agolada y A Estrada y Forcarei se reparten 8. 562 y 6.386 respectivamente.

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