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Hugo Fernández Gómez: "La salida de las drogas está ahí; la solución al problema depende de las ganas de uno"

"Tenemos pacientes de todas las clases sociales; desde campesinos a hombres de Estado o deportistas de élite"

Hugo Fernández lleva dos años trabajando en Perú.

Takiwasi o "La casa que canta" en idioma quechua, es una asociación privada sin ánimo de lucro, dedicada a la investigación fundamental y aplicada de las medicinas tradicionales y su implementación en el tratamiento y rehabilitación de toxicómanos, y en el establecimiento de mecanismos de prevención del abuso de sustancias adictivas. Su constitución resulta de un trabajo de investigación de antropología médica iniciado el año 1986 en la Alta Amazonía Peruana (Departamento de San Martín), en la que fue la primera zona mundial de producción y consumo de pasta básica de cocaína. El lalinense Hugo Fernández trabaja en el centro como terapeuta.

-¿Qué fue lo que le llevó hasta el Amazonas peruano?

-Yo soy psicólogo y terapeuta. Trabajo desde hace años en el tema de adicciones desde hace unos ocho años. En la manera en que mi trabajo se mezcla con mi búsqueda personal hay una vertiente que tiene que ver con la comunidad y con la naturaleza, ciertos valores que la sociedad tal y como la entendemos no refleja. Entonces, llegó un momento en que esa búsqueda se amplía y encuentro un centro, aquí en Caracoto, donde hacen tratamientos utilizando medicina tradicional amazónica en una comunidad que vive en armonía con la naturaleza y las tradiciones locales con unos valores de respeto con los que comulgo, y por eso me vine.

-¿Cuál es el grado de éxito del Centro Takiwasi en sus tratamientos de superación de adicciones?

-Las tasas de éxito del Centro Takiwasi son más superiores que las de otros centros del mundo, como por ejemplo los que hay en los Estados Unidos. La media de pacientes suele estar alrededor de unos quince y proceden desde todos los lugares del mundo. Aquí se juntan desde campesinos locales hasta hombres de Estado, deportistas de élite, burgueses europeos, es decir, de todo tipo de edades y de clases sociales. Lo que les une a todos ellos y les atrae es la faceta humanista que hay en esta comunidad tan especial sita en el Perú.

-¿Es tan conocido en el mundo como para que tanta variedad de personas acudan a un lugar tan recóndito para poder curarse?

-Date cuenta que el Centro Takiwasi acaba de cumplir 25 años de existencia, con lo cual tiene un recorrido bastante largo y, aunque no es un centro que se publicite mucho, su conocimiento en lugares tan alejados es, sobre todo, por el boca a boca, aunque ya se han realizado bastantes documentales sobre él, así como artículos y libros publicados contando su existencia y su trabajo. Los escritos a nivel académico, por ejemplo, son muy importantes y describen perfectamente el método de trabajo que, como digo, es muy respetuoso con la medicina tradicional de la zona.

-¿Cuántos profesionales trabajan con usted en el Takiwasi?

-Pues, en el equipo de psicólogos, curanderos y educadores sociales somos alrededor de una decena de personas. La riqueza que hay aquí entre la diversidad de los profesionales o la numerosa gente que viene de otras partes del mundo para hacer tesis doctorales para conocer el proyecto es muy amplia, y se puede decir que como psicólogo estoy viviendo una particular época dorada como profesional.

-¿Le gustaría permanecer más tiempo ahí o su espíritu aventurero le volverá a llevar a otro rincón del planeta?

-Yo de momento estoy aquí, porque pienso que ahora es mi lugar, el lugar donde debo estar. De momento no me planteo un cambio. Obviamente, pienso en Lalín y en Galicia, y en volver algún día. Yo me fui de Lalín en 2004 a estudiar a San Sebastián y luego estuve viviendo en Barcelona. Cuando estuve en la Ciudad Condal vivo una crisis personal y laboral, mientras trabaja allí como terapeuta. Se trata de una crisis existencial, y me puse a buscar algún lugar que reuniese mis inquietudes tanto personales como profesionales, es decir, buscaba un lugar donde se viviera en armonía, profundamente humanista, un lugar donde el hombre sea el centro de la vida, y no el dinero o cualquier otro tipo de cuestión eminentemente material. Llega un momento en que el Discovery Channel veo un documental sobre el centro que me impactó profundamente. A los cinco minutos ya estaba en contacto con el centro y ahí empezó todo. Tengo que reconocer que todo fue muy rápido y muy fácil. Ahora hace dos años que me vine y tengo que decir que estoy encantado de haber tomado la decisión.

-¿Cómo es la vida en un lugar tan apartado del resto del mundo?

-Aquí la vida es diferente a todo lo que conoces. La manera de trabajar tampoco tiene nada que ver con lo que se hace en otros sitios. No se utiliza ningún tipo de medicación convencional, usamos plantas y el método de trabajo es de otro nivel muy diferente.

-¿La adicción a las drogas se puede superar en todos los casos?

-La salida del mundo de la adicción a las drogas siempre está ahí. Lo de las drogas es un problema y encontrar la salida y la solución a ese problema depende de las ganas que uno tenga. Siempre es posible encontrar la salida deseada. Lo que pasa es que en este tipo de problemática hay dos factores que son determinantes, uno es la fuerza de voluntad y otro no menos importante es el apoyo del entorno que hay que recibir para poder conseguirlo. Cuando hablo de entorno me refiero a encontrar cierto reconocimiento, que su sufrimiento tenga espacio y sea escuchado, y sus traumas puedan ser tratados de manera correcta.

-Cuando abandonan el centro, ¿se les realiza un seguimiento para comprobar que lo han conseguido?

-Las relaciones que nacen aquí con los pacientes son bastantes cercanas, y solemos mantener el contacto con ellos. Yo diría que es algo natural porque nos preocupa cómo están, y porque se crea un vínculo muy especial entre ellos y nosotros después de su estancia aquí. Date cuenta que los pacientes se acercan a nosotros de manera natural, y se acercan para contarnos sus historias de vida. Cada paciente es un mundo, y de todo ellos se aprende algo. Como terapeuta puedo decir que cada paciente que tengo, y que trato, me permite crecer como persona y, también, como profesional. Todos ellos tienen capacidades y cosas que enseñar.

"Una sesión de terapia es una obra de arte en sí misma"

  • -¿Sigue cultivando su gusto por la música como hizo en San Sebastián o Barcelona? -La guitarra no la tengo nunca a más de cinco metros de distancia y tampoco la suelo perder de vista, es un instrumento que va conmigo a todas partes. Componer canciones o escribir poesías sobre mi vivencia personal es algo que me relaja mucho. Para mí el arte y la expresión artística son como un reflejo ideal para expresar lo que se está viviendo. -¿Utiliza la música en sus terapias con los pacientes? -El arte y la terapia son algo muy próximos y son, en mi opinión, el mayor y mejor acto de activismo para mejorarse e intentar mejorar la sociedad en la que vivimos. Siempre tengo presente mi faceta como cantautor, poeta, coordinador de colectivos de arte urbano o de persona vinculada al teatro. En este momento, trato y creo en la terapia como una forma más de expresión artística. Una sesión de terapia es una obra de arte en sí misma. Tanto como cualquier pieza hecha con sensibilidad, honestidad y firmeza, por ejemplo. Estando aquí es una idea que se refuerza cada vez más. -¿Cuánto tiempo hace que no visita su tierra natal? -Pues no hace mucho, estuve ahí hace dos o tres meses, el verano pasado. Aquí vivo aislado del resto del mundo, lo cual tiene su parte agradable y otra que no lo es tanto. Lo bueno de estar aquí es que me puedo centrar más en mi trabajo, pero también en mi mismo como ser humano. Cuando volví a Barcelona o a Madrid me sentí bombardeado por la cantidad de estímulos que hay en ese tipo de ciudades tan grandes. Para alguien como yo, como persona occidental, el hecho de contemplar el mundo desde la Amazonía me transmite tomar otra forma de conciencia de lo que supone ser occidental en Occidente. Aquí me siento un poco distante de todo eso, y me permite poder encontrarme más conmigo mismo. Ya digo que es una experiencia inolvidable la que vivo ahora en el Perú.

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