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Y cuando no haya nada más, siempre nos quedarán los bares

En la comarca de Deza se localizan una serie de establecimientos que esconden aspectos curiosos o apetecibles para todos aquellos que se hayan aburrido de la cafetería de la esquina

Hay ciertas conversaciones, situaciones y secretos que solo pueden salir a la luz en la barra de un bar. Y así como palabras pronunciadas, lugares para hacerlo, que por algo la cultura de los bares está tan apegada a la tradición. Al igual que las personas, ellos también tienen su historia, y conseguir diferenciarlos no siempre es tarea fácil. Un ambiente original y sorprendente puede depender de muchos factores, ya sea un entorno de ensueño o esa decoración estrambótica que sin saber cómo, queda tan bien, y así es que, aunque cada lugar tenga su encanto, algunos trabajan para destacar. con un brillo especial.

Según el informe "Benditos Bares" llevado a cabo por Coca Cola con datos de la Federación Española de Hostelería y el Instituto Nacional de Estadística, la capital dezana cuenta con un total de 63 bares, lo que resulta en una distribución de 3'4 establecimientos por cada 1.000 habitantes, situándolo solo por debajo de Vigo en las estadísticas de la provincia. Entre ellos se encuentran Doña Maruja y La Taza Dulce, dos locales que apuestan por la diferencia. El primero sorprende con cada detalle que pocas veces se pensaría encontrar en un bar, y el segundo crea repostería con ingredientes naturales, dejando sin excusas a aquellos que tienen remordimientos por comerse algo dulce.

En la comarca del Deza encontramos una serie de curiosos locales, que por una razón u otra, hacen que cuando cruzas el umbral de sus puertas, hacen que te sientas diferente.

En Silleda, al pasar Ponte Taboada, en la antigua estación de tren, se sitúa Camiño de Ferro, una taberna restaurante que en su día acogía a los pasajeros mientras esperaban su tren y ahora atiende a peregrinos, locales y visitantes, que se deleitan con sus platos de la tierra. Entre Agolada y Santiso, ya en la provincia de A Coruña, se esconde un pequeño molino, cuyo dueño nunca pensó en sus tiempos que ahora sería un restaurante, situado en un entorno mágico y natural. El Éxtasis de Gres, en Vila de Cruces, fue traído de vuelta a la vida tras su triunfo en los 90 y ahora se ha convertido en punto de reunión para los locales.

Esos lugares en los que tantas horas han pasado muchos, son tan variopintos como las gentes que los frecuentan, como las bebidas que se venden o los pinchos que se ofrecen. Y es que si existe algún lugar que consiga dar unión a los diferentes esos serán, siempre, siempre, los bares.

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