La empresa que gestiona el servicio reconoce que anormalidad de la situación de este año. Más que por la sequía del verano, que también, por la escasez de precipitaciones de la pasada primavera. El cúmulo de estas dos circunstancias es lo que desencadena un problema cuya solución no es fácil si las condiciones meteorológicas no dan una tregua. El consumo de agua en invierno está entre 3.200 y 3.500 m3; 1.000 menos que en verano. Las recomendaciones pasan por cerrar los grifos para afeitarse o lavar los dientes, que no se utilice agua apta para el consumo en tareas de regadío, que la gente se duche en vez de bañarse o que se vigilen posibles fugas e la red de suministro.