Fernando Pires Rodríguez tiene 62 años y busca una segunda juventud, pero no para él, sino para la que fue su compañera de viaje durante las últimas cuatro décadas, si bien en los últimos años de una forma más esporádica. Su moto, una Gimson Polaris de los años setenta, está a la venta para quien quiera subirse a lomos y presumir de vehículo histórico.

"La compré de segunda mano en Vigo, pero estaba nueva", explica este vecino natural de Arcade y residente desde hace unos quince años en la parroquia estradense de San Pedro de Ancorados, de donde es su mujer. Se la adquirió en torno al año 1975 a un camarero cuando el ciclomotor tenía ya "unos cinco años", dice. Entonces pagó por ella 10.000 pesetas. "La compré para ir a trabajar porque no tenía coche e iba en moto, verano e invierno" a las distintas aldeas del municipio de Soutomaior y su entorno, donde trabajaba como albañil. "Le ponía por encima un plástico y llevaba una rodillera para no mojarme cuando llovía", relata, nostálgico, el propietario.

A pesar de que terminó comprando un coche, no dejó la moto olvidada. "Aún seguí andando" -dice-. Sin embargo, ahora, "con los años que tengo, no la cojo mucho", apunta. Tampoco confía en que su nieta, ni la que viene en camino, acaben interesándose por sacarla del garaje, de ahí su decisión de ponerla a la venta. Su precio: 800 euros, "negociables".

Pires asegura que el vehículo está en buen estado, teniendo en cuenta la restauración a la que lo sometió "habrá ocho o nueve años", en la que gastó, dice, 2.100 euros. "La moto ya andaba antes de la restauración", precisa aludiendo al buen estado de su mecánica. "El que venga a mirarla quedará alucinado porque está impecable", defiende, insistiendo en que, a su edad, ya no se ve subido a ella y que, además, ahora no dispone de suficiente espacio para guardarla. Asegura que han sido muchas las personas que han intentado comprársela, pero que no ha aparecido el cliente adecuado.

Este modelo de Gimson, con la carrocería de color verde oscuro, dispone de tres marchas situadas en el puño. Además, Pires le acopló una pequeño maletero en la parte de atrás del asiento para poder llevar "la documentación y el periódico o una barra de pan", para poder aprovechar el paseo para hacer algún recado. "Ahora, a veces, la cojo para ir a tomar un café o un vino, pero en contadas ocasiones", señala el propietario.