La maleza que campa a sus anchas en solares sin limpiar, en aceras de las calles más periféricas y hasta en zonas verdes tampoco iba a ser ajena a uno de los reclamos turísticos de la comarca dezana: los restos arqueológicos. Daniel González Alén, buen conocedor del patrimonio de Deza, aprovecha su perfil en la red social Facebook para hacerse eco de las quejas de muchos senderistas, amantes del medio natural y también vecinos, que ven cómo los tojos, zarzas, retamas y demás maleza crece, ayudada por el sol y alguna que otra lluvia, en los montes, riberas y valles dezanos. "Los caminos se hacen intransitables y ya ni siquiera se reconoce su trazado", asegura.

Días atrás, González Alén realizó un recorrido con amigos por las parroquias silledenses de Oleiros, Cortegada y Laro, para visitar, respectivamente, los enclaves de Chan de Petos, Penalonga y Pena das Cazolas. "Bien merecían una señalización y mejora del acceso", apostilla este investigador. El estado en que se encuentra el entorno de estos yacimientos es similar al que presenta la Peneda do Encanto, en la parroquia de Siador, así como el de Monte da Costa, ya en Muimenta (Lalín) o el de "numerosas estaciones rupestres en Agolada y Rodeiro. El mato parece que gana la partida en todos los rincones de nuestra tierra", concluye. Lo cierto es que las administraciones tienen una asignatura pendiente en el mantenimiento de estos enclaves, más que nada porque cada vez se organizan más rutas de senderismo por parte de particulares y asociaciones que tienen, como destino o parada, buena parte de los yacimientos arqueológicos.