"Esos países son falsos; esto acabó con nosotros". Así se expresaba en la tarde de ayer Isidoro Arca Villar a las puertas de su domicilio en el número 35 del lugar de Rozados, perteneciente a la parroquia forcaricense de Quintillán, horas después de conocer la muerte en circunstancias violentas de su hijo, Antonio Arca Brey, en la ciudad mexicana de Culiacán, donde trabajaba como empresario del sector hotelero. Un socio de la víctima fue quien comunicó a la familia, en la mañana de ayer, la trágica noticia. Ni Isidoro Arca ni su mujer, Pilar Brey Núñez -la madre del fallecido- pudieron precisar las circunstancias en las que se produjo la muerte de su hijo. "No sabemos nada", afirmó Arca.

Numerosos allegados y vecinos se personaron a lo largo del día en la casa natal del finado para expresar sus condolencias y arropar a la familia en los duros momentos por la pérdida de Antonio Arca -conocido como Toño Arca-, a quien en la tarde de ayer una de sus familiares definía como "un buenazo". Según explicó su progenitor, la víctima tenía previsto viajar el próximo mes a Forcarei para visitar a sus familiares y presentarles a su pareja, mexicana, que está embarazada. "Iba a tener un hijo en diciembre", apuntó el padre. Sería su primogénito. "Lo esperábamos para hacer una fiesta", añadió una de las familiares que ayer por la tarde se acercaron a la vivienda, donde se esperaba la llegada de la hermana de la víctima, residente en la parroquia silledense de Laro,y que ayer viajaba desde Bilbao con su hija, donde se encontraba por asuntos personales.

Según apunta la familia, Antonio Arca emigró a México hace diecisiete años, donde ejerció, primero, como empleado en una empresa propiedad de un vecino de As Santas, en la provincia de Ourense y, más tarde, como empresario, gestionando la construcción y explotación de hoteles. Inicialmente se asentó en Puebla, y luego se trasladó a Culiacán.

Uno de los socios de Antonio Arca viajó ayer desde Vigo hasta tierras mexicanas para gestionar la repatriación del cadáver y tratar de acortar los tiempos de espera en los permisos para el traslado del cuerpo. "Hablaban de que tardarían tres semanas, pero él dijo que no podía ser y que, entonces, iban a tratar de arreglarlo para traerlo en la semana", explicó el padre.

Ellos [refiriéndose a su hijo y a sus socios] "ya sabían" que México era una ciudad peligrosa, explicó el progenitor. Aseguró que en varias ocasiones la víctima le había comentado la falta de seguridad que padece el país. "Me decía que por la noche no salían a la calle" y que si organizaban algún encuentro con amigos y conocidos lo hacían de modo "reservado" para no exponerse al peligro. La última vez que Antonio Arca viajó a Forcarei fue el pasado verano. Cuentan sus familiares que llegó a principios de agosto y permaneció durante unos tres meses. Coincidió que entonces sufrió un percance en Pontevedra, donde se rompió una pierna que le obligó a precisar atención médica especializada. De hecho, según las mismas fuentes, tenía previsto aprovechar su viaje este año para completar la revisión médica de su lesión.

La víctima cumplió el pasado jueves 41 años. Su formación inicial la realizó en Forcarei y luego cursó estudios relacionados con la mecánica en el instituto de A Estrada, según señaló su padre. Como buen aficionado a la música tradicional, en su juventud formó parte de un grupo de gaitas forcaricense. "Iba a tocar por las fiestas", señaló Isidoro Arca. La víctima mantenía un permanente contacto telefónico con su familia. La noticia de su fallecimiento conmocionó a los vecinos y a quienes le conocían, que coinciden en señalar que era muy familiar y cercano.

Otros emigrantes fallecidos

La muerte de Antonio Arca viene a engrosar la relación de emigrantes con raíces en Tabeirós-Terra de Montes y Deza que fallecieron violentamente en países que habitualmente acogen a gallegos. Uno de los últimos casos que trascendió fue hace un año. En julio de 2016 se conoció la muerte de Tino Cerdeira, un empresario de raíces soutelanas degollado en su domicilio de Venezuela.

En 2008 pereció de tres disparos en Caracas el emigrante Manuel Basteiro, natural de la parroquia estradense de Codeseda. Ocurrió cuando se disponía a abrir su negocio de venta y transporte de materiales de construcción. En septiembre de 2013, el empresario Eduardo Cendón -de Beariz, pero con vivienda en Soutelo de Montes- falleció también en México a tiros cuando supervisaba las obras de un hotel. Tres semanas después, Adolfo Núñez, hijo de emigrantes de Silleda, fallecía tiroteado en Caracas por quien pretendía robarle el coche.