Centrado en Deza, se encontraban presentes Isabel Campa, la hija de Matilde, hermana de Antón Alonso Ríos, vecino de Cortegada exiliado durante la República; y su hija, Isabel Losada Rula. Losada, muy emocionada, recordaba las palabras de su abuela sobre el galleguismo, la República o el Alzamiento, siempre con voz contenida ya que como ella misma dijo "así fue la vida de las mujeres, una historia de conversaciones en voz baja". Cuando ella escuchaba lo que le contaba su abuela, recibía el miedo que tenía, aún pasados los años. "En mi mente quedó registrado el cariño y el respecto hacia aquellos que huyeron del miedo, que se intuía que existía", aclamaba. Antón Alonso Ríos, junto a Evangelina y Segundo tuvieron que huir, ayudados por su hermana Matilde, que los acogió en su casa de Vilagarcía antes de que pudieran escapar a Portugal, a donde le envió el dinero que necesitaba. "A Segundo, el marido de Elisa (hermana de Antón) y presidiario en la isla de San Simón le llevaba cartas de su mujer, ropa y la comida que le permitían pasar. Cogía el tren en Arcade y de madrugada cruzaba en la barca de Cesantes para poder verlo. Cuando Evangelina (hermana de Antón) estuvo en la cárcel, donde cada noche sacaban gente para pasearla, donde temía escuchar su nombre, las condiciones de vida eran infames. Los cristales de las ventanas estaban rotos, por eso Matilde acudió junto al gobernador Landín y, con su permiso, colocó los cristales en las ventanas", narra Losada. Para concluir esta dura historia que representa otras muchas dijo "estos son mis recuerdos, también podrían ser los de cualquiera de mis hermanos, o de los nietos de todas estas mujeres, todos tenemos en la memoria aquella abuela que nos contó tantos cuentos y nos transmitió tanto amor. Siempre en voz baja". Para su madre fue difícil hablar de ello, recordar cosas, pero no puso ningún impedimento.