Los trámites implican que los estatutos de la futura huerta estén parados desde la primavera del año pasado. Así es que, a falta de terreno, los vecinos optan por una protesta creativa: plantar lechugas, repollos, tomates y cualquier hortaliza que se precie en espacios públicos, ya sea en las franjas verdes que separan los bloques de viviendas, aprovechando las calvas de césped, o en las macetas que adornan las entradas de las viviendas. Es como si la iniciativa se inspirase en un cuadro del pintor silledense José Antonio Fondevila, "Nadie decide donde nace", en el que se ve cómo dos flores emergen de entre brazos de metal. Más ecológico, imposible. Pero es, ante todo, una llamada de atención al gobierno local y también a la Xunta con vistas a que mejoren los servicios de un núcleo que , por ejemplo, sigue sin disponer de un servicio de cafetería.