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Las dificultades para abandonar el hogar de los padres

La provincia cuenta con casi 15.000 jóvenes emancipados menos que en el ejercicio 2013

El número de personas de entre 20 y 35 años que todavía residen con sus padres creció un 5% en tres años -La precariedad laboral, con salarios exiguos, y la temporalidad, principales obstáculos para poder independizarse

Jóvenes de Galiza Nova protestando en la calle por unos puestos de trabajo dignos. // Gustavo Santos

A los jóvenes cada vez les cuesta más emanciparse y son más los pontevedreses que, a pesar de rondar la treintena e incluso los cuarenta, siguen viviendo bajo el techo de sus padres. En concreto, son un total de 91.415 en la provincia de Pontevedra, según los datos facilitados por el propio Gobierno del Estado. Representan el 55% de la población de la provincia que tiene entre 20 y 35 años (es el abanico de edad elegido por el Gobierno para este estudio). A día de hoy, hay casi 15.000 jóvenes menos viviendo fuera casa de sus progenitores que tan solo dos años antes de la fecha en la que se recogieron estos datos, 31 de diciembre de 2015.

Si en el año 2013 se contabilizaban un total de 60.223 jóvenes que habían logrado independizarse, esta cifra en 2015 había descendido a 45.708. Sí que cabe destacar que la población comprendida entre estas edades de los 20 y los 35 años cayó de forma significativa en su conjunto en estos años, pasando de un total de 191.000 jóvenes en total a 166.041 en este mismo periodo. Con todo, el hecho de que cada vez son más los jóvenes que regresan a sus casas o que ni tan siquiera han podido independizarse de sus padres alguna vez es el hecho de que los hijos no emancipados representaban en 2013 un 51,9% del total de los jóvenes ese año y en 2015 se sitúa ya en el 55,1%.

Las cifras, que se extraen de la respuesta del Gobierno a una pregunta parlamentaria formulada por los diputados socialistas pontevedreses Guillermo Meijón y Dolores Galovart, en la que se señala como fuente la encuesta continua de hogares del INE y se tenía en cuenta aquellas personas con la situación de hijos, ya sea conviviendo solo con la madre, con el padre o con ambos. No se toman en cuenta así aquellas personas que conviven con otros parientes como abuelos, tíos, hermanos o sobrinos o personas no parientes de ahí que en ocasiones puedan fluctuar las cifras.

Así, por ejemplo, los 91.415 jóvenes no emancipados no sumen el total de jóvenes de la provincia si se añaden los 45.708 que supuestamente sí se han emancipado.

Alquiler frente a propiedad

Esta tendencia al incremento del número de jóvenes que dependen de sus padres se detecta también en otra estadística que analiza el tipo de alternativa residencial de aquellos que se habían independizado. Así, los jóvenes con vivienda en propiedad son casi los mismos ahora que en 2013 (apenas 900 menos), lo que indica que aquellos que lograron una estabilidad laboral suficiente como para embarcarse en la compra del inmueble, en la mayoría de los casos, se mantienen independizados de sus padres.

No obstante, el desplome se produce entre los jóvenes que tenían en el alquiler su alternativa residencial y, por lo tanto, una fórmula que les ataba menos a su propia vivienda en el caso de que la situación económica empeorase y tuviesen que regresar al nido familiar. El porcentaje de jóvenes emancipados que tenía arrendada una vivienda cayó diez puntos en tan solo estos tres años.

A la hora de buscar una explicación a este descenso en el número de jóvenes que no pueden indepedizarse hay que mirar, como es lógico, a la cuestión económica. Así lo confirma Ramón Vidal, secretario comarcal de UGT, quien señala que la precarización del conjunto del mercado laboral es especialmente dura entre los más jóvenes, con dos efectos sobre este sector de la población. "A diferencia de otras crisis que se produjeron hace 50 o 60 años ahora disponemos de una generación de jóvenes muy bien preparado, por lo que muchos encuentran fuera, por desgracia, los trabajos y sobre todo las condiciones laborales que no se le ofrecen aquí", explica Vidal. Así que un primer resultado de esta situación de precariedad se traduce en una mayor emigración aunque ahora, "en lugar de marchar con la maleta de cartón se van con una cabeza muy bien amueblada".

Contratos de aprendizaje

En el caso de aquellos jóvenes que se quedan, continúa el secretario comarcal de UGT, "lo que se encuentran es con un mercado laboral que les ofrece unos sueldos con los que apenas tienen capacidad para poder independizarse". A esto hay que sumar también los elevados niveles de temporalidad que impiden al joven disponer de estabilidad para iniciar un proyecto de vida cortando el cordón umbilical que los ata al domicilio paterno.

Vidal destaca que esta precariedad se esconde en la mayoría de los casos "detrás de contratos de formación que lo que realmente enmascaran no es un proceso de aprendizaje sino una contratación fraudulenta para recoger mano de obra barata que la administración debería controlar".

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