Toda historia tiene su por qué, aunque alguna todavía no lo haya descubierto. Puede ser el destino o simplemente la casualidad, pero cómo una lámina de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro grabada a finales del siglo XIX en una imprenta de París pudo terminar en Lalín, todavía se desconoce. Un amplio trecho que todavía queda por dilucidar. Sin embargo, lo que sí se sabe de esta historia comienza con José López Paz, natural de Dozón y afincando en Lalín.

López, amante del arte, compró una réplica del cuadro Cacería de Corzos del pintor holandés Paul de Vos hace 8 años en el conocido rastro dominical de Madrid, en el que se pueden adquirir todo tipo de objetos. Un feriante fue el que le ofreció al lalinense este cuadro, después de un tanteo, López decidió comprarlo por 20 euros. Conocía ese cuadro y lo había visto expuesto en el Museo del Prado, pero prefería venderlo, entonces intentó hacerlo en una tienda de segunda mano de Madrid, donde la oferta fue insuficiente por lo que decidió quedarse con él y traerlo consigo para Galicia. Tras pasar años en su casa en el lugar de Piñeiro, del municipio de Dozón, José López decidió llevar el cuadro a su piso de Lalín, allí se lo ofreció a una amiga suya, Marina Ferreiro, también amante del arte para exponerlo en el Círculo de Recreo Casino de Lalín. Ferreiro se dio cuenta de que el estado del cuadro no era el más adecuado para la exposición, es más que algunos detalles llegaban a ser "raros", asegura, "como si hubieran cortado el cuadro, porque yo no lo conocía y faltaban partes". Así es como entre los dos decidieron desarmar el marco para limpiar el cristal que lo cubría y verificar el estado de la réplica. Fue al abrirlo cuando se dieron cuenta de que había una lámina pegada debajo de la pintura. Al sacarla vieron que se trataban de una litografía de la Virgen del Perpetuo Socorro. Ante la peculiaridad del trabajo, decidieron dar parte a la Guardia Civil, por si en algún caso esta fuese robada y tuviese un gran valor. Finalmente, desde el puesto de la Guardia Civil de Lalín fue llevado al Grupo de delitos contra el Patrimonio de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial. Este la entregó al museo de Pontevedra para que se analizase y valorase. El museo fue el que verificó que esta estampa litografiada procede de la editorial de estampas e imaginería religiosa parisina L. Turis Jeune, cuyo catálogo de estampas abarca más de 2.000 modelos desde 1840 hasta 1928.

La cronología de la estampa se sitúa entre 1870 y 1890, puesto que en estas fechas se reaviva la devoción a esta imagen y comienza a difundirse masivamente tras la incorporación del antiguo icono bizantino en la iglesia de San Alfonso de Roma. Asimismo, desde el Museo de Pontevedra creen que la forma en la que se produce el hallazgo casual no hacen sospechar de alguna procedencia ilícita. Aunque es cuanto menos paradigmático que estuviera perfectamente escondida detrás de una réplica de una obra de Paul de Vos. Ante esto, el museo esclarece que "no es infrecuente hallar dibujos o estampas, en general de escaso valor o mérito al desenmarcar otras obras. En muchas ocasiones esto únicamente indica que se haya reaprovechado el marco o que simplemente se haya reutilizado como relleno del nuevo enmarcado", además apunta que a la vista de las valoraciones públicas "creemos que su valor económico estaría en torno a los 50 euros", aunque par a José y Marina este hallazgo es valioso, al ver como el destino decide que una estampa francesa vaya a parar sin quererlo a Lalín.