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Félix Calviño Gómez: "Escribí muchas cartas a chicas porque Alemparte estaba antes muy aislado"

"Lo que más me gustó de Australia es su sistema de vida; una vez que te dan la visa tienes derecho a todo menos a votar allí"

Félix Calviño Gómez posa ante la estatua de Loriga antes de regresar a Brisbane. // Bernabé/Javier Lalín

Mañana tiene previsto emprender viaje con destino a Australia, su lugar de residencia desde los años sesenta para completar sus estudios de Filología Hispánica, que quiere concluir consiguiendo un doctorado en la Universidad de Melbourne. El lalinense Félix Calviño es un hombre polifacético que aprovecha su estancia en Lalín para visitar a sus familiares y saludar a amistades de toda la vida.

-¿Cómo fue su desembarco en tierras inglesas durante los sesenta?

-Me fui por mirar un poco, la verdad. Es cierto que me fui en una época donde la gente prefería otros destinos a Inglaterra. Había una escuela privada de gente con mucho dinero que se llamaba Stoke School, y allí estuve unos seis meses. Después me marché para Oxford para trabajar durante casi tres años en un colegio de su famosa universidad. Tengo que decir que tras esos tres años casi se me quedaba pequeña Inglaterra, y para volver a España había un problema porque me marché un poco antes de cuando tenía que hacer el servicio militar, así que tendría que poner las cosas al día, me dejaban cada dos años un mes y eso no me convencía. Un día fui con unos amigos a Londres, a la Casa de Australia, porque era un día de fiesta. Nos invitaron a comer, nos pusieron unas películas donde veías el mar, a la gente comiendo en barbacoas, y me dije ¡vamos allá! Uno de los que tenía que viajar conmigo se volvió atrás, y yo fui por dos años con la opción de quedarme después, y allí llevo desde el 69. Viví en Sidney muchos años, también en Melbourne otros cuatro y ahora estoy en la ciudad de Brisbane.

-¿Qué fue lo que le convenció para quedarse tantos años viviendo en el continente australiano?

-Lo que más me gustó fue el sistema de vida que tienen por allá y, sobre todo, las posibilidades que había allí cuando llegué. En Australia, una vez que te aceptan y te dan la visa, tienes derecho a todo menos a poder votar en las elecciones. El sistema sanitario es bastante bueno, también. Yo empecé a trabajar, vi posibilidades de establecerme primero en el Centro Español, donde estuve tres años como secretario, porque por aquel entonces había muchos españoles afincados en Australia. Después, empezaron a desaparecer cuando murió Franco porque muchos tuvieron problemas de adaptación, en especial los que tenían niños pequeños. Cuando me cansé del centro porque el juego y la bebida hacía mella en la gente perdiendo dinero en las máquinas de póker y cosas parecidas, empecé por mi cuenta asociándome con un chaval catalán, montamos dos restaurantes, una compañía de vinos en la que llevábamos muchos vinos de Torres, Codorniú y otras marcas españoles que conseguimos distribuir por allí. Ese negocio se lo quedó un socio mío y todavía sigue allí con él.

-¿Qué pasó para tener que dejar todas esas iniciativas?

-Allá por el año 96 hubo una crisis muy grande en toda Australia y yo me cansé de negocios, y dije que ya estaba bien. Algunos le llaman a eso la crisis de los 40, pero yo un día decidí marcharme para Melbourne. Siempre tuve una buena y completa biblioteca en mi casa porque siempre me gustó mucho leer. Mis hijos ya se habían ido de casa también, y cuando le dije a mis amigos que había pensado en marcharme a Melbourne me preguntaron qué iba a hacer. Les contesté que quería ir a la universidad para estudiar una licenciatura y escribir un libro. Después me contaron que cuando les dije eso pensaron que había empezado a beber por las mañanas porque pensaban que no estaba bien de la cabeza. Pasé un año y medio muy duro para entrar en la Universidad de Melbourne, y allí hice la licenciatura de Filología Hispánica y, también, Filología Inglesa, después hice un máster y ahora estoy acabando el doctorado, del que saldrá otro libro.

-¿Se podría decir que es usted un escritor de vocación tardía?

-Siempre me gustó escribir. Entre tú y yo, mi especialidad eran las chicas. Yo escribí muchas cartas a las chicas porque Alemparte estaba muy aislado. Date cuenta que antes veníamos a Lalín a la feria, conocíamos a una chica, y en el verano la podías ver alguna vez, pero en invierno era imposible. Aquellas cartas eran muy importantes porque se creaba una ilusión muy grande. El vecino que tenía la chica, con sus zuecos puestos y su ropa de trabajo de diario, nunca podía competir con la ilusión que le hacía la carta a la joven.

-¿Qué recuerdos tiene de su paso por la primera emisora de radio que se puso en marcha en Lalín?

-Los pioneros fueron Batán y el señor cura de entonces. Yo les ayudaba mucho en las dedicatorias, sobre todo a cobrarlas viajando con mi moto a todas partes. Recuerdo que Batán y yo teníamos novias en Cuntis, a donde íbamos a tomar algún vino las dos parejas.

-¿Qué le trajo de vuelta esta vez?

-Me invitaron en Madrid a la Enxebre Orde da Vieira, y también tenía un proyecto en A Coruña. Me dieron 5.000 dólares para investigar en mi proyecto de doctorado, y como todavía me quedaban 4.800 pensé que sería bonito volver a la tierra. Llevo desde el día 4 de marzo yendo y viniendo de Lalín a Vigo, Pontevedra, Madrid, A Coruña durante todo el tiempo. El año pasado también vine porque tuve una gran ayuda de la Universidad de Mallorca, y estuve en la isla durante una semana. Me piden que dé charlas en inglés y un workshop.

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