Es evidente que la tasa bruta de natalidad (el número de nacimientos por cada 1.000 habitantes) bajará en estos 15 años: en el presente ejercicio se encuentra en un 5,2, que en 2021 pasa al 4,6 y nueve años más tarde, al 3.9. Con menos nacimientos y una población más longeva, es lógico que aumente la tasa bruta de mortalidad (fallecimientos por cada 1.000 habitantes): en la actualidad está en el 15,1, dentro de cinco años habrá subido al 15,6 y en el 2030 ya se coloca en el 16,2. Es curioso, pero no es que aumente el número de defunciones, sino que éstas son más significativas porque se reduce la población. Y es que para el año que está a punto de terminar se proyectaron 1.048 óbitos, que en 2021 bajan levemente, hasta los 1.029, y en el año 2030 ya no llegan al millar: se quedan en los 966.
Con estos datos, es evidente que el crecimiento vegetativo del área nororiental de la provincia es negativo. Este concepto se refiere a la diferencia entre los nacimientos y las defunciones, y es y seguirá siendo negativo. Así, para el presente año se queda en -684, dentro de un lustro llega a los -728 y en 2030 será de -733.
Aumenta, también, el índice de envejecimiento, que se refiere al porcentaje de población mayor de 64 años en relación a la de 20. Es decir, cuántos mayores de 65 hay por cada 100 menores de 20 años. En este 2016, ese índice es de 224,1, y dentro de 14 años habrá subido a los 321,1. El índice de sobreenvejecimiento (número de mayores de 85 años por cada 100 de 65 o más) también evoluciona: pasa del 20.6 actual al 23,1 dentro de 14 ejercicios.
Pero en esta tendencia de pérdida y envejecimiento poblacional hay un dato positivo, y es el saldo migratorio, la diferencia entre las inmigraciones y las emigraciones. Ahora mismo, es negativo, al estar en -35, de modo que se van más vecinos de los que entran. Pero en 2021 será de 11, de modo que se asientan en las comarcas más residentes oriundos de otras latitudes que los que se van. En 2030, ese saldo migratorio habrá crecido hasta 84.
