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Los veintitrés músicos de Carboeiro

Esta "primera banda de música dezana" apareció en el monasterio a finales del siglo XII

Pórtico de la iglesia monacal de Carboeiro. // Perfecto Pereiro

Que en la zona de Deza y Trasdeza hubo siempre una tradición festiva y musical no es nada nuevo. Son zonas de interior pobladas, ricas y con unas tradiciones muy antiguas. Lo raro, lo extraordinario, es que la primera banda de música, de la que se tiene noticia en la zona, sea la que apareció en Carboeiro, a finales del siglo XII, en la puerta oeste del Monasterio. Era un grupo de músicos muy numeroso para la época, ya que contaba con veintitrés (23) componentes y con instrumentos de cuerda muy variados. Aquellos santos varones, que formaron la primera agrupación musical dezana, allí siguen afinando sus instrumentos y alegrando la vista de los visitantes que, bien de paso, como peregrinos o como turistas, se acercan a contemplar tan extraordinaria construcción. En realidad, esa magnífica y numerosa banda labrada en piedra, nunca existió como tal, ya que es fruto de una creación artística de la escuela del genial Maestro Mateo.

La pregunta que uno se plantea al contemplarla es la siguiente. ¿Por qué están ahí esos veintitrés músicos en la puerta principal de una iglesia, cuando a la Iglesia no le hacía mucha gracia ese tipo de música instrumental? La respuesta vamos a darla más adelante.

En la Edad Media, tras la caída del Imperio romano, aparece un nuevo tipo de música, alejada de los campos de batalla. Es una música diferente, más cercana al pueblo y a sus fiestas. Está en manos de artistas itinerantes, los juglares y trovadores. Pero no eran grupos numerosos, ni bandas. Estos "artistas" declamaban, cantaban y tocaban instrumentos diversos como el laúd, la flauta, la zanfoña, en actuaciones populares, en casas de los nobles y en la corte. A la Iglesia, sin embargo, le gustaba más la música coral que la instrumental.

En la escultura románica de los siglos XI y XII, sobre todo, aparecen reflejados, de manera aislada personajes con un instrumento de música, caso del Rey David en el pórtico de las Platerías en Santiago. Y aparece, de manera repetida, en Francia y en España, un tema reiterativo. Se trata de un grupo de veinticuatro personas, casi siempre ancianos, sentados, con túnicas blancas, en lo alto de una de las puertas, con instrumentos musicales diversos en sus manos, rodeando a Cristo resucitado, caso del Pórtico de la Gloria en Santiago.

Que el Arte románico y el Camino de Santiago están unidos, no es nada nuevo. Incluso se puede afirmar que el románico es el primer arte internacional, que nace en el corazón de Europa y se extiende a lo largo del Camino. El Camino es transitado por todo tipo de gentes, nobles, maestros constructores, campesinos, trovadores, artesanos... y fruto de las aportaciones de esos peregrinos, el arte románico se convierte en el primer arte internacional, con unas características muy similares en todo Occidente.

La escultura románica, además de decorar, adornar o rellenar espacios, tenía la finalidad de enseñar la doctrina, de trasmitir verdades de la iglesia, mediante imágenes. Es lo que se llama un catecismo en piedra. Los fieles cuando ven las portadas, los capiteles, los tímpanos, están recibiendo una enseñanza religiosa: la Última Cena, la Resurrección, la Ascensión, un milagro etc. Cuando un tema es muy importante, se coloca en una zona bien visible y se repite en muchas iglesias. Los grandes temas se colocan siempre en el tímpano de los pórticos principales.

En la doctrina de la Iglesia, a los fieles que llevan una vida acorde con los Mandamientos, finalizado el peregrinaje vital, se les promete el Cielo. O, lo que es lo mismo, la Gloria eterna, en la que estarán libres de dolores, de problemas y gozarán de la visión de Dios. El cielo era el premio y la meta. Se solía describir como un lugar de felicidad eterna, un lugar de alegría, sin sufrimientos... Era el lugar del descanso reservado a los "buenos". Los malos, ya se sabe, irían al infierno.

Los peregrinos tenían como meta final llegar al Sepulcro del Apóstol, pero antes han de realizar en etapas ese largo camino. En algunas iglesias se les recordaba también, con pórticos similares al de Santiago, que la meta final era la Gloria eterna. Cuando, fatigados del Camino, hacen su entrada en la catedral, se encuentran de repente cara a cara con el majestuoso Pórtico de la Gloria y la imponente figura de Cristo resucitado sentado en el trono celestial. En realidad, cuando llegan a Santiago, además de descansar de las fatigas del viaje, tras ganar el jubileo que les libra de las ataduras de sus pecados, se acercan un poco más a la Gloria.

El fin del Camino para un peregrino es Santiago y el fin de la vida para un cristiano es alcanzar la Gloria, lugar de alegría, donde reina la música. Esto explica la aparición o repetición de ciertos temas escultóricos, caso de los 24 ancianos músicos, incluso en un rincón tan apartado como Carboeiro. Animan al peregrino y al cristiano a andar el Camino con alegría, preludio de la música celestial que les espera, junto a Dios. Lo más llamativo de esta escultura cristiana, es que el tema de los 24 músicos pétreos, se repite una y otra vez, a lo largo de la Europa medieval, en las grandes iglesias de peregrinación (Catedral de Ourense, Santo Domingo en Soria, Colegiata de Toro en Navarra) y en otras menos importantes.

Y cuando uno se pregunta cuál es la razón de la presencia de ese grupo de músicos en las iglesias, la respuesta hay que buscarla en la Biblia. En concreto en el Libro del Apocalipsis de San Juan, quien relata así su visión del cielo: "Vi a uno (Dios) sentado sobre el trono y veinticuatro ancianos sentados, rodeando el trono, dialogando entre ellos, vistiendo túnicas blancas y sobre sus cabezas llevan una corona de oro. Y en sus manos, sostienen sus cítaras y copas de oro llenas de perfumes...". Esa visión del cielo que tuvo el evangelista San Juan es la que la Iglesia quiere trasmitir a sus fieles, a través de la escultura en los pórticos. La música simbolizaba la alegría. De esa manera, el Camino y la vida se llenan de alegría. La música se convierte en la imagen preferida, para representar ese tránsito del esfuerzo, del dolor y de la tristeza a la alegría, que acompaña al peregrino y al cristiano en su duro viaje hacia la meta final. Al final del camino está la recompensa divina: el Cielo.

De todos los pórticos que representan el tema de los 24 ancianos del Apocalipsis, el más famoso, el más logrado, el de mayor perfección técnica y de mayores logros estéticos es, sin duda, el del maestro Mateo, conocido como el Pórtico de la Gloria, en la catedral de Santiago, finalizado en 1188. En él se representan los ancianos, sentados en la arquivolta superior, afinando sus instrumentos musicales: 14 fídulas de varios tipos, 4 salterios, 2 arpas, y 1 organistrum, que sostienen los dos ancianos centrales sobre sus rodillas. Es la obra cumbre de la escultura románica. Era un pórtico policromado que, en el enorme tímpano de la nave central, representa a Jesucristo resucitado en la Gloria, rodeado de ángeles, de santos y de almas de todos los cristianos que ya han alcanzado el cielo.

En Carboeiro que era final de etapa en el Camino de la Plata, en la portada oeste del Monasterio, en la tercera arquivolta, aparece un grupo de 23 ancianos, con instrumentos y redomas de oraciones, en actitud de afinar los instrumentos. Entre los instrumentos no figura ninguno de viento. La mayoría son de cuerda: arpa románica (triangular), arpa salterio (triangular o trapezoidal), laudes, fídulas (violas en ocho) y unas redomas, que simbolizaban el aroma de las oraciones en ellas recogidas.

Esta obra data de finales del siglo XII o principios del XIII, ya que la actual iglesia se comenzó en 1171, bajo dirección del abad Fernando. La construcción de una iglesia grande como esta, duraba muchos años. Comenzaba por el ábside, orientado hacia el este, donde se situaba el altar y finalizaba por los pies o pórtico oeste. Además, la escultura era el remate final, por lo cual este pórtico sería posiblemente una de las partes más tardías de la iglesia del Monasterio. En cuanto a la autoría, posiblemente sea también obra del Maestro Mateo o al menos de su escuela, por la perfección técnica conseguida en esas pétreas figuras que, llenas de vida y con rostros de felicidad, charlan amigablemente mientras afinan sus instrumentos y se asemejan mucho al pórtico compostelano.

La anécdota de este pórtico y de esta primera "banda de música dezana" es la falta de un músico. Los expertos atribuyen esta carencia, o bien a un fallo del maestro de obras o al escultor, que no supieron adaptar el número de músicos al espacio real de la arquivolta. De haberlos situado en la arquivolta superior que cierra el tímpano, seguramente tendrían cabida los 24.

Tras tantos siglos de existencia y a la intemperie, estos testigos mudos, nuestros primeros músicos, debieron contar con alguna protección divina, porque ni el abandono secular, ni las inclemencias del tiempo, ni las acciones de pillaje los amigos de lo ajeno, lo afectaron en demasía. Más bien, perdidos los colores, mantienen su serena y alegre compostura, siguen su charla amigable, mientras afinan los instrumentos y, desde sus tronos vigilan el paso del tiempo, recordando a todos los que por allí pasan, el valor de la música en la vida de los hombres y que todo camino tiene un final.

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