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"Al pueblo, sencillo e ingenuo, le bastó para consagrarlo ver sus primeros dibujos en los que reflejaba sus dolores y angustias"

Señores y Señoras: Nunca he lamentado tan vivamente, tan hondamente mi falta de elocuencia, como en esta oportunidad, que es excepcional en la historia de nuestra vida colectiva. Oportunidad excepcional, puesto que estamos reunidos en torno a Castelao que es tanto como decir: en torno a la figura más representativa de lo auténticamente gallego; del arte y de las letras de Galicia en la hora actual. Y oportunidad excepcional, porque jamás se dio otra, en la cual, la colectividad gallega de Buenos Aires, se viese integrada tan plenamente como en este acto, en el que convergen, con el Centro Gallego, no menos de 150 sociedades gallegas, para expresar la admiración y la simpatía que los gallegos, individual y colectivamente, y por encima de toda bandería, sentimos por nuestro eminente Castelao. ¡Cómo, pues, no he de lamentar mi escasa elocuencia, que me impide interpretar adecuadamente todo cuanto para nosotros significa y representa Alfonso Rodríguez Castelao, en el orden del arte, en el orden de las letras y en el orden de nuestro acendrado y noble galleguismo y que me impide, también, ser fiel intérprete, ser el vocero claro, justo y perfecto del sentir y del pensar de la colectividad gallega, que en este acto se manifiesta, quizá por vez primera, apretadamente unida y milagrosamente coincidente en un mismo afán patriótico, cual es: el de rendir caluroso y sincero homenaje a quien tanto y tanto trabajó por Galicia, a quien tanto y tanto prestigió a Galicia con su arte excelso, con su pluma brillante y con su conducta ejemplar, no sólo dentro del perímetro hispano, sino también en los ámbitos universales!

(...)

Los creadores del Centro Gallego han fijado en su Estatuto (...) una obligación que deben cumplir fielmente las autoridades de la Institución, obligación que consiste en: honrar a los hombres gallegos que en la región o fuera de ella se hayan distinguido de una manera evidente en su servicio. Esta es la base sobre la que se apoyó legalmente el acuerdo de la Junta Directiva del Centro Gallego para organizar este homenaje. Pero es que no necesitaba estar escrita en el Estatuto tal obligación, para que los hombres del Centro Gallego y de la colectividad entera, sintiésemos el acuciamiento vivo de exteriorizar nuestros sentimientos admirativos y nuestra devoción a Castelao. Son sus propios méritos, son sus excepcionales condiciones, son su nombradía internacional y la larga y fecunda labor realizada por y para Galicia, por y para el pueblo gallego, lo que ha determinado la espontánea eclosión de entusiasmo que se produjo en el alma de nuestra colectividad al llegar Castelao a estas playas; entusiasmo que se concretó, de manera natural en este homenaje.

Nuestro pueblo, como todo pueblo sano, tiene misteriosas y geniales intuiciones. ¡Que no en vano está escrito en el Libro de los Libros, aquella sentencia: "Vox populi, vox Dei"! El pueblo gallego ya señaló a Castelao como a uno de sus más fieles intérpretes, como a uno de sus más auténticos pregoneros y como a uno de sus más altos valores, desde aquellos días en que Castelao nació matando a don Alfonso Rodríguez. Eran los días de florida mocedad. Alfonso Rodríguez Castelao rendía plena, obediencia a sus padres, daba satisfacción cumplida al anhelo vehemente de sus padres: terminaba con brillo su carrera en la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago de Compostela y obtenía el título de licenciado en Medicina. Y aún Alfonso Rodríguez llevó más allá su nobleza filial: marchó a Madrid a seguir los superiores cursos especiales que le permitirían llevar a sus padres, en la bandeja de oro de su amor de buen hijo, el Doctorado en Medicina. Pero, en ese punto y hora, cuando cumplía gallardamente con sus padres, como hijo bien nacido, en ese punto y hora, la potente vocación artística y literaria, que ya se había manifestado de modo irresistible, eclipsó al novel galeno. Con ello, Alfonso Rodríguez quedó muerto y sepultado por Castelao que surgió majestuosamente, yendo, por el etéreo camino de Santiago, a encender en el cielo de Galicia una estrella de fulgor imperecedero. Y fue ya, en ese punto y hora, cuando el pueblo de Galicia tuvo la intuición de su hombre y lo consagró con el apelativo que había de ser como un símbolo: CASTELAO. Y ello fue, mucho antes de que la crítica hablase, mucho antes de que los expertos y agudos lo descubriesen, mucho antes de que los maestros y las academias lo consagrasen. Al pueblo, sencillo e ingenuo, le bastó, para consagrar a Castelao, ver sus primeros dibujos en los cuales se reflejaban, con realidad crudamente humana, los dolores y las angustias, las ansias y las esperanzas de los labriegos y de los marineros gallegos; y de las madres y esposas gallegas que tenían sus hijos y sus hombres en la emigración; y de los niños gallegos, cuyos dramas espirituales tan maravillosamente supo captar y expresar. Al pueblo sencillo e ingenuo, le bastó para encariñarse con Castelao y hacerlo símbolo de la Tierra, oírlo hablar en su propia y auténtica lengua, en el gallego dulce y armonioso en que las "naiciñas" cantaban a sus hijos, en el idioma gallego en el cual se expresan las gentes de Galicia que labran sus tierras y navegan sus mares, en el idioma en que los gallegos se manifiestan, no cuando elucubran con el cerebro sino cuando hacen hablar al corazón.

Luego vino lo demás. Las exposiciones de sus dibujos y cuadros que asombraron a las ciudades. Las ediciones de sus álbunes de dibujos, sobre todo el album 'Nós' que provocó sensación en los altos centros culturales de Europa y que lo consagró el primer dibujante de España. Sus trabajos literarios y de investigación (...) y sus libros de cuentos y novelas deliciosamente saturados de su humorismo racial. Y, en fin, como alta y extraordinaria muestra de su labor cultural, debe señalarse su largo, paciente y meritísimo estudio arqueológico, artístico e histórico de las cruces y cruceros de Galicia y de Bretaña en Francia, a donde fue pensionado por la Junta de Ampliación de Estudios de Madrid. Fruto lozano de ese viaje, fue su libro 'Cruces de Bretaña', tan altamente estimado por los entendidos.

¿Y a qué pararse a puntualizar que a toda su labor, que a la labor de todo orden que desarrolló y sigue desarrollando, Castelao le dio y le da un alto y profundo sentido galleguista? ¿A qué señalar que en toda su acción, ¡en toda!, puso siempre su gran emoción gallega, su encendida pasión por las virtudes y los derechos del pueblo gallego y por la personalidad histórica de Galicia? ¡A qué señalarlo, si decir Castelao, es decir todo eso: galleguismo, emoción y pasión gallega, virtudes, derechos y personalidad de Galicia! Y todo ello sin detrimento de la natural solidaridad con el resto de España, solidaridad que Castelao afianzó con su leal colaboración al estudio de los altos intereses de España en las esferas de su actuación como representante a Cortes delº pueblo gallego.

Y en ello, en el galleguismo de Castelao, en su fervor por todo lo gallego, en su pasión por la tierra gallega, radica el secreto del respeto, de la admiración y del cariño que Castelao infunde a todos los hijos de Galicia, sin distinción de ideologías. Galicia es el punto de unión de todos los gallegos con Castelao. Castelao interpreta fiel y lealmente a Galicia, Castelao ama apasionadamente a Galicia, Castelao defiende con ardor y valentía a Galicia, en tal forma que de pronto parece como que la figura de Castelao es la propia encarnación de Galicia. De ahí que todo hijo de Galicia, por sólo la virtud de serlo, se siente unido, por vinculo misterioso, a Castelao y a su obra.

Ocasión propicia es ésta, para expresar un voto que pugna, desde tiempo, por brotar de mi alma: ¡la unión de los gallegos!, ¡la unión de todos los que formamos la colectividad gallega de Buenos Aires para acometer los altos y nobles fines que podemos realizar; y la unión de todos los gallegos del mundo!. Nuestro gran Castelao ya lo anunció en las emocionadas palabras que dijo al visitar nuestro Centro Gallego: "¡Unión de los gallegos sin odios ni rencores!". Pues bien, ¡mis fervientes votos por esa unión, en el amor a la Galicia Madre; y mis votos por la pronta convivencia de todos en Galicia, en un ambiente de respeto mutuo y de fraternidad sincera!

Hago también votos fervientes por la ventura personal de Castelao y por sus triunfos artísticos y literarios en estas tierras hermanas, persistiendo en su magnífica labor interpretativa de las ansias y sentimientos del pueblo gallego.

Mi salutación cálida y cordial en nombre de todos vosotros, a su dignísima esposa: a doña Virginia Pereira de Castelao, prototipo magnífico de la mujer gallega en su plenitud de facetas: como madres, como esposa y como galleguista. Compañera inseparable, tanto en los minutos de alegrías como en los largos meses de duros sufrimientos. Compañera, amiga y consejera. Para ella, núcleo de nuestra devoción y de nuestro respeto, pues ella tiene buena parte en lo que Castelao representa para Galicia.

Castelao: eres el Esperado por todos los gallegos de la Argentina. Te esperábamos desde hace mucho tiempo; te esperábamos desde antes de los años tristes y trágicos que nos tocó por mala suerte vivir; te esperábamos como la voz auténtica de Galicia, como el hermano depositario de la tradición familiar, como la voz de la raza, como el fiel intérprete del espíritu del pueblo Gallego. Nuestra dicha es colmada, al tenerte entre nosotros. En nombre de todos los gallegos de la Argentina, Castelao, te saludo y te doy la bienvenida. Y en nombre de todos, como simbólica demostración del cariño de todos, que mi torpe palabra no acertó a expresar, quiero finalizar saludándote con un estrecho abrazo de hermano.

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