Un entierro cuesta, de media, 3.000 euros. El precio incluye el ataúd, la sala velatoria, los traslados, el servicio de autobuses, los recordatorios y el propio funeral, "al que acude un mínimo de tres sacerdotes, aunque lo normal es que sean cinco", indican desde la Funeraria Rías Baixas. Los servicios mortuorios tienen un IVA del 21% (en el caso de las flores, se reduce al 10), de ahí que durante la crisis apenas se hayan podido rebajar los precios. A veces, el cliente intenta afinar el precio escatimando en el ataúd, de modo que suelen darse casos en los que se compran féretros fabricados en China, más baratos pero también con una madera de calidad muy inferior.

Lo que sí ha cambiado con el paso de los años, a diferencia del precio, es la demanda de algunos clientes en lo que rodea al funeral en sí. "Ahora es frecuente que se pida un organista para acompañar la misa, o un grupo de dos personas", indican desde esta empresa. Poco a poco, los difuntos pasan a velarse en las salas mortuorias, en lugar de en sus propias casas, una costumbre que perdura entre los vecinos de más edad.

Los entierros civiles aún son raros en las comarcas, del mismo modo que también resulta anecdótico cubrir los servicios del entierro de un practicante de otra religión. "En estos casos nos encargamos únicamente del traslado de sus restos mortales al país de origen".