Solo cuando se produce un apagón se enciende la luz. De pronto se ve a las claras la importancia que tiene un gesto tan cotidiano que termina por pasar desapercibido entre los múltiples avances del progreso. El hecho de apretar un botón y que una estancia quede completamente iluminada es hoy algo ordinario, como lo es el salir a la calle y encontrarla bañada por la luz de las farolas. A Estrada fue de los primeros concellos que tuvo alumbrado público. La luz se hizo en las calles de la villa hace ahora 116 años, en el atardecer de un 20 de septiembre en el que calles y plazas estradenses quedaron por vez primera bajo el manto de la luz eléctrica.

Corría el año 1900 cuando el pleno de la corporación municipal acordó la distribución de los primeros puntos de luz eléctrica del casco urbano. La distribución definitiva quedó conformada por 61 farolas. Así lo recoge el artículo que María Jesús Fernández Bascuas publicó en el primer volumen de A Estrada. Miscelánea Histórica e Cultural, con el que la autora realiza una aproximación de la llegada y el desarrollo del alumbrado público eléctrico a la capital estradense, entre 1900 y 1950.

Evidentemente, retroceder más de un siglo en el tiempo dibuja una estampa de A Estrada bien distinta a la actual. Recoge la propia Fernández Bascuas que la villa era entonces -en base a las referencias de la época- un núcleo de población pequeño, que más bien semejaba una aldea. Sin embargo, aunque todavía ajena a servicios y comodidades, se iniciaba en ese momento un proceso de cambio que traería consigo su desarrollo y modernización.

Uno de estos adelantos llegó, precisamente, de la mano de la electricidad. Fernández Bascuas recuerda que, tanto en el alumbrado como en otras actividades, vino a sustituir el gas y a superar sus posibilidades. Explica que la llegada de esta nueva energía a A Estrada fue temprana, ya que en aquel 1900 había un contratista dispuesto a prestar este servicio al ayuntamiento. Era Camilo Pardo Feijoo, quien con anterioridad había firmado -recoge el citado artículo- una escritura con los representantes municipales para instalar la potencia lumínica de 106 bujías. Pronto se le sumarían 54 más.

El despliegue del alumbrado eléctrico hizo preciso colocar postes para el tendido y la instalación del primer transformador, en una caseta de madera en un terreno municipal. Era, explica la autora, una ubicación provisional, hasta que se completase la de la travesía de la iglesia, aun conservada. Por todo el material de fundición de hierro se pagaron 1.748 pesetas de la época. La llegada de la electricidad a las calles de A Estrada no pasó desapercibida. Se festejó con un acto de inauguración en el que no faltó la música de banda. Ese mismo año se decidió dotar de luz al consistorio y al patio del cuartel de la Guardia Civil, llegando un año después al del juzgado.

Las peticiones de expansión del alumbrado público no tardarían en llegar. Vecinos del Campo da Feira, rúa Ulla y Leicures insistieron hasta conseguir que el servicio llegase a esta parte del casco.

Explica María Jesús Fernández que en el primer cuarto de siglo la luz la servía en exclusiva Camilo Pardo. Sin embargo, en los años 20 aumentó la oferta. En 1920 arrancan las obras de la central hidroeléctrica situada en el río Liñares. La empresa pasará a denominarse La Nueva Electra de La Estrada.

En 1924 el Concello emprende trámites para un nuevo contrato de alumbrado público. A partir de entonces se abre una etapa de expansión y mejora de la red, prolongándose hasta la Avenida de la Fuente y, seguidamente, hacia la avenida Fernando Conde.

En el año 1928, Juan Vilas Filloy, de Codeseda, habría de convertirse, con su central de 10 kilovatios denominada Sagrado Corazón, en el primer contratista del alumbrado público rural. De su mano, A Sagrada fue el primer núcleo rural de A Estrada que contó con este avance. Sería en la década de los 30 cuando arrancase la expansión del alumbrado público eléctrico hacia el amplio rural de A Estrada, un proceso que, según la investigación de Fernández Bascuas, no se culminará hasta bien entrados los 70. El proceso fue lento, comenzando por las parroquias más próximas a la villa. Cereixo, Rubín, Vinseiro, Tabeirós, Lagartóns, Guimarei o Callobre fueron de las primeras en disponer del servicio. En los 50 se sumarían Ouzande, Parada, Aguións, Moreira, Lamas, Olives, Curantes, Pardemarían, Ancorados, Matalobos Toedo, Santo André, San Xiao, San Xurxo y Santa Cristina de Vea, Baloira, Frades, Cora y Couso.