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La devoción a Montserrat y Juan Pablo II en Donramiro

Una leyenda atribuye a un busto de piedra de la Virgen la victoria, en el año 716, que marcó el inicio de la reconquista de Galicia

La Virgen del Montserrat preside la procesión de las fiestas de Donramiro. // Bernabé/Luismy

El Santuario es uno de los más célebres e importantes de la comarca de Deza, se puede comparar con otros grandes santuarios como los de O Faro u O Corpiño, donde los fieles derrochan fervor por todos lados y traen sus ofrendas. La Virgen del Montserrat es igualmente milagrosa que la que se venera en estos santuarios porque es la misma Virgen, de ahí la importancia de este santuario, gran centro de culto y devoción al que acuden cientos de fieles a implorar su ayuda y protección. En cuanto al origen del Santuario donde se venera a la Virgen de Montserrat y ahora también a San Juan Pablo II, no existe ningún relato histórico que se refiera a la aparición de la Virgen a unos pastores, como sucede en otros santuarios, solo se habla del hallazgo de una imagen de piedra. Todo su origen gira alrededor de una leyenda imaginaria y devota, a un caudal de fantasía con un anhelo de los fieles de rellenar el vacío histórico.

La leyenda no documentada históricamente dice: "Por la orilla sur del Castro de Donramiro pasaba el Camino que llevaba a Santiago, llamado 'Camino de las Estrellas', y en el Castro, en un lugar que se llamaba 'o monte das penas do cesto', vivía un ermitaño, que ayudaba a los caminantes del Camino de las Estrellas, dándoles algo de cobijo en su cabaña, algo de comida caliente y les curaba las heridas a los caminantes que viajaban andando, a caballo o en carruajes de bueyes y los caminantes siempre le dejaban algo de lo que llevaban y en una ocasión un caminante que viajaba probablemente con carro, originario de la provincia romana Tarraconense (su capital era la actual Tarragona), le entregó al ermitaño un busto de piedra, que según el caminante era muy milagroso, el ermitaño le construyó un pequeño altar en su cabaña, le rezaba y le pedía su intercesión para que las almas de los fieles cristianos fueran conducidos al paraíso y poco a poco fue creciendo la fama de que el busto de piedra era milagroso; cuando había sequía o se producía algún acontecimiento en el que era necesaria la intervención divina se sacaba en procesión el busto de piedra; por no saber el nombre del busto y por considerarlo pagano, se añadió al altar una imagen de San Roque, al que se le dedicó la ermita; el caminante que viajaba en un carro le dijo al ermitaño que los segundos domingos de septiembre, el busto se sacase en procesión y si era posible se hiciese alguna ofrenda. Con el paso del tiempo se perdió el culto al busto de piedra y a San Roque; después que el caudillo musulmán Muza pasase con su ejército para invadir la ciudad de Lugo, en agosto de 714 destruyó la ciudad e hizo prisionero al obispo Odoario, llevándolo prisionero al norte de África; es a partir de esta fecha cuando vuelve a coger fama el busto de piedra, al que se encomendaron los habitantes de las zonas de Soutolongo, Donsión, Catasós y Donramiro, que se enfrentaron cerca del castro de Donramiro a los musulmanes que se dirigían a Lugo para consolidar y extender la fe musulmana en los dominios de la diócesis lucense, fueron derrotados por las gentes de las cercanías del castro, ahí empezó la reconquista de Galicia por parte de los cristianos, que persiguieron al ejercito musulmán pasados dos ríos, a mediados de junio de 716; esta victoria se atribuyó al busto de piedra que resultó ser el busto de la Virgen de Montserrat de Donramiro. El obispo Odoario volvió a Lugo en el año 740 y reconstruyó la ciudad y organizó las distintas feligresías de la diócesis lucense".

Las primeras noticias históricas de la Capilla aparecen en el Catastro de Ensenada, año 1752, en el cual se cita la existencia de una capilla dedicada a San Roque, que se construyó probablemente sobre otra más antigua, quizás donde los pobladores del castro daban culto a sus divinidades, como sucedió en muchos otros santuarios de Galicia. A finales del siglo XVIII se empieza a practicar el culto a la Virgen y a mediados del siglo XIX, el párroco D. Laureano Guitián Rubinos, deseando aumentar más y más el culto y la devoción a la Santa imagen de la Virgen, solicitó y obtuvo del Abad del Real Monasterio de Montserrat de Cataluña, a través de una carta del 5 de septiembre de 1882, la agregación de la Capilla de Donramiro a la Pontificia y Real Cofradía de Nuestra Señora de Montserrat, quedando agregada por Concesión y Diploma, haciéndose partícipes a los fieles que se inscribían en ella de todas las gracias y privilegios otorgados por la Silla Apostólica al Santuario catalán, con la obligación de los cofrades al ser admitidos de recibir los Santos Sacramentos para ganar la indulgencia plenaria, concedida por el Pontífice Pablo V.

El 4 de septiembre de 1886, el Obispo de Lugo, D. Gregorio María Aguirre concedió la puesta en marcha de la Cofradía de Nuestra Señora del Montserrat, en la capilla de la parroquia de Donramiro. La Cofradía llegó a tener inscritos 2.300 cofrades y empezó a languidecer a partir de 1960, no existiendo ningún cofrade en la actualidad. Una actividad importante para revitalizar el Santuario sería erigir nuevamente la Cofradía. Los cofrades inscritos procedían de lugares muy diversos y lejanos: Donramiro, Lalín, Goiás, Botos, Soutolongo, Filgueira, Cadrón, Moneixas, Donsión, Meixome, Anseán, Catasós, Noceda, Sello, Alvarellos, Santiso, Bermés, Moimenta, Santa Eulalia de Camba, Pontevedra, Ourense, Buenos Aires, etc.

Desde los primeros tiempos del culto, en la capilla existió una imagen barroca de la Virgen que hoy preside el altar, es la representación de la "Virgen del Montserrat de Donramiro", majestuosa y bella, con una larga cabellera y que sostiene a su hijo que parece que está jugando, distinta de la catalana; también se habla de una imagen de piedra que era muy pesada para sacarla en procesión. En 1927, D. Guillermo González, rico comerciante, natural de Donramiro, residente en Buenos Aires, para celebrar que su madre cumplía cien años, regaló una soberbia imagen de la Virgen, que actualmente permanece durante todo el año en la iglesia parroquial y todos los años, el segundo domingo de septiembre, cuando se celebra la romería, es conducida en procesión a la capilla, donde preside las muy solemnes ceremonias religiosas y el martes último día de la novena, se devuelve, también en procesión, a la iglesia, donde permanece hasta el año siguiente.

Todos los años en el domingo siguiente al 8 de septiembre se celebra en el Santuario una solemne función religiosa en honor de la Virgen, a la que acuden de todas las parroquias del contorno multitud de fieles a tributar culto y ofrecer sus limosnas a tan milagrosa Virgen; siendo precedida de una piadosa y multitudinaria novena, después de la cual se celebra todos los días la Santa Misa que se aplica por todos los vivos y difuntos.

El Santuario no cuenta con otras rentas que las limosnas que la caridad de los fieles deposita a los pies de la Virgen para sufragar los gastos del culto y las mejoras de la Capilla; hasta hace pocos años, se ofrecían, también muchos donativos, especialmente carnes de cerdo y cereales (trigo, centeno y maíz), que eran subastados el lunes después de la misa solemne. Era habitual que muchos devotos por penitencia diesen vueltas de rodillas alrededor de la Capilla, costumbres que prácticamente se han ido perdiendo. Es una de las romerías más tradicionales de toda la comarca de Deza por el gran número de devotos que congrega y por las grandes fiestas profanas, en las que reina la música y la camarería.

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