Personas como José Ramón Montilla, Josefina Sánchez Borrazás o Mario Lamazares Silva son algunos de los que ya gozan de su Loureiro de Ouro, un premio que desde el año 2011 otorga el Foro para Cultivos Culturais (Focucu). Este año Raquel Vázquez Vaamonde, Benjamín Otero Otero y Celso Fernández Sanmartín, en nombre del colectivo, decidieron entregarle el galardón al artista dezano Eduardo Meijomence González.

A la hora de determinar quien deber ser el agraciado Focucu tiene en cuenta lo que, a su parecer, tiene mérito social y apuesta por reconocer las labores más bien calladas, de las que se entera a base de la convivencia, pero que son acciones constantes, no flores de un día. Reconocen las labores que son socialmente útiles, no logros particulares, y valoran el carácter alegre, participativo, y apuestan por personas dialogantes y apasionadas, entre otras muchas cuestiones.

Entre las cualidades de Meijomence que supieron ganar el reconocimiento por parte de este colectivo figuran las que muestran que es un vecino activo, inquieto y de incansable aliento, transmisor de alegría, músico vocacional, artista plástico de la intensidad, vecino libre de perjuicios y de buen carácter, vecino participativo, filósofo de la experiencia, ejemplo de ilusión, jubilado injubilable, alma de las fiestas y flor de la esperanza.

"Para mí es un gran honor, al igual que para mi familia, y me alegré mucho, y presumiré del premio", apunta Meijomence. El lalinense, aunque es natural de Silleda, se dedicó toda su vida, desde los 17 años, a la construcción y recorrió medio mundo. "Estuve por media España y Europa, viví en Alemania, en Suiza, en Huesca..., por eso mi mujer siempre me anima a que escriba un libro sobre mis memorias", apunta el premiado.

Ésta es una idea que no descarta, ya que después de jubilarse dedica su día a día a diversos ámbitos culturales. Meijomence es pintor y entre sus colecciones se encuentran medio centenar de cuadros. "Ahora tengo dos en blanco pendientes de pintarlos, pero todavía no sé bien lo que voy a plasmar", destaca el artista. La música es ahora otra de sus aficiones y aprendió a tocar el acordeón, con el que aprovecha para amenizar las fiestas que se le presentan.

Ayer se mostraba muy ilusionado tras recibir el distintivo, que es un broche en forma de laurel que lleva grabado en el dorso su nombre. "Sí recibí algún que otro premio en Santiago por mi pintura, pero uno así nunca, y siempre es un honor", recalca el lalinense.

Focucu señala que con estos galardones agradece a los premiados su modo de ser y de estar, que contribuyen a animar a la sociedad y que sus hechos entusiasman a la ciudadanía en el día a día. Otorga este premio siempre el 2 de septiembre, día dedicado a San Agrícola y San Próspero.