Llegaban con el ganado asido de una cuerda. Hombres con sombrero, mujeres que envolvían su cabello en un pañuelo. Agarraban con fuerza las varas y los cestos pero, sobre todo, los animales. Y ahí comenzaba la feria. Quienes todavía la recuerdan, evocan un lugar arropado por los robles en el que tratantes y ganaderos se reunían cada semana para llevar a cabo sus transacciones. Estiman que aquella concentración de gentes del rural y comerciantes comenzó a celebrarse en A Estrada a principios del siglo XX. Una tradición que fue perdiéndose con el paso de los años, la urbanización y la despoblación de las aldeas.

Hay memorias que todavía conservan con nitidez los recuerdos de aquella Feira do Gando, mercados que se festejaban los días 7, 16, 24 y último de cada mes. Aunque si la cita coincidía en domingo pasaba a celebrarse el día anterior. Eran jornadas en las que el casco urbano se llenaba de vida, llegando a convertirse en una feria muy concurrida y de gran reputación en toda Galicia. A pesar de que los negocios entre los dueños del ganado y los comerciantes se cerraban a lo largo de la mañana, algunos testigos aun recuerdan que la feria solía alargarse hasta las primeras horas de la tarde.

A Estrada acogía a gentes de todos los puntos de la comarca. Según relatan los que aun conservan su recuerdo, los ganaderos asistían a la feria con vacas, cerdos y ovejas, mientras que burros y caballos acudían "única y exclusivamente" durante las ferias de Pascua y San Martiño.

"El movimiento era tremendo", declaran desde la remembranza. Aseguran que la gran cantidad de personas que llegaban a la feria favorecían extraordinariamente a los negocios locales que se encontraban en el casco urbano. A Estrada, vital, era testigo de los curtidos rostros de los ganaderos, de las palabras de los negociantes y del estrechamiento de manos entre quien vendía y compraba, siempre bajo el lema de la supervivencia.

La Feira do Gando de A Estrada se celebraba en unas fincas, cedidas en su inicio por los vecinos, que con el paso de los años fueron acondicionándose para acoger el mercado. La zona se pavimentó y se mejoró, dando lugar a lo que hoy en día se conoce como Praza da Feira. Pero los ganaderos no eran los únicos que acudían con sus animales a A Estrada. También había pulpeiros, puestos en los que se vendían herramientas de labranza e incluso uno en el que se ponían a la venta carros gallegos.

Igual que el viento extingue la llama que consume la vela, el tiempo fue haciendo mella en una tradición consolidada y arraigada en el municipio. Según relató uno de los directivos de la asociación de vecinos San Antonio, Jesús Leis, en 1974 las ferias comenzaron a celebrarse todos los miércoles para que los comerciantes pudiesen acudir con el ganado recién comprado a la feria más próxima, que tenía lugar los jueves en Santiago de Compostela.

Sin poder precisar la fecha exacta, entre finales de los años ochenta y principios de los años noventa, se estima que un decreto emitido por el Ministerio de Sanidad prohibió la celebración de ferias de ganado por cuestiones higiénicas en los cascos urbanos. A Estrada tuvo que trasladar su mercado a unas instalaciones que se acondicionaron en Guimarei, todavía hoy día el recinto ferial ganadero. Sin embargo, el auge de aquella celebración tan arraigada fue decayendo porque el nuevo emplazamiento parecía no tener el atractivo que un día conservó la vieja robleda estradense. Las imágenes, como los recuerdos, son los únicos testigos de las miradas cansadas y los zapatos enlodados. Y de las pisadas animales que dejaron su huella indeleble en la vieja y empolvada memoria de A Estrada.