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Dezanos sobresalientes (XLVII)

Manuel Iglesias, autor del 'Mataperros'

Este emigrante de Vila de Cruces construyó con sus propias manos el primer coche fabricado en Argentina, cuya presentación tuvo lugar el 20 de noviembre de 1907

El monumento dedicado al 'Mataperros' en Vila de Cruces fue inaugurado el pasado 23 de julio. // Bernabé/Luismy

El creador del primer automóvil artesanal argentino fue Manuel Iglesias López, un inmigrante dezano, nacido el 22 de enero de 1870 en Vila de Cruces -antes conocido como Carbia-, hijo de José Iglesias y de Josefa López. Llegó a Buenos Aires en 1884, con catorce años, e inmediatamente comenzó a trabajar en una granja de la localidad bonaerense de San Isidro, a unos treinta kilómetros de la capital. Poco tiempo después se trasladó a San Martín con una carta de presentación escrita por sus padres, para un paisano que lo acogió, le dio albergue y le buscó un trabajo en una carpintería donde rápidamente aprendió el oficio de carpintero.

A los 26 años se casa con María Mantellini, italiana, nacida en la provincia de Rávena, de 19 años, con quien tuvo 12 hijos. En 1889 empezó a trabajar en el Departamento de Ingeniería de los talleres ferroviarios del Ferrocarril Central Argentino de San Martín, donde tomó contacto con la tecnología puntera en ese momento: la máquina de vapor para uso ferroviario; en estos talleres ferroviarios permaneció trabajando hasta su jubilación, en 1924. Completó su formación de mecánico con la lectura de revistas y libros de física y mecánica. En sus ratos libres construyó un torno de pedal y con él construyó parte de los muebles de su casa. Poco más adelante logró comprar con sus ahorros un motor de explosión con el que realizó los primeros experimentos.

En 1903, Iglesias pidió en Ferrocarriles el traslado a la ciudad de Campana, a 80 kilómetros al norte de la capital del país, seducido por el desarrollo y avance tecnológico de esta ciudad, ingresando en el departamento de coches y vagones. Se instaló con su familia en una casa de la calle Colón, número 226, de dicha ciudad. Influenciado por las noticias sobre automóviles y aviones publicadas en los libros y publicaciones que llegaban a Argentina en aquella época, como la revista Caras y Caretas, surgió en Iglesias la idea de construir su propio automóvil. Se puso manos a la obra y durante cuatro años, robándole horas al descanso, concretó su sueño, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, primero en el taller en que trabajaba y más tarde desde su casa y en su tiempo libre.

Con herramientas muy sencillas y elementales, Manuel Iglesias dio forma a cada una de las piezas de su coche y después de muchos errores y aciertos, cuando tenía 37 años, el 20 de noviembre de 1907, junto a su esposa, que ese día cumplía 26 años, presentó su gran obra y recorrió con su auto las polvorientas calles de Campana ante el asombro de sus vecinos, llegando a alcanzar los 12 kilómetros por hora, toda una proeza para aquella época. El vehículo recibió el apodo de "Mataperros", por haber propinado más de un revolcón a alguno de los muchos perros que se espantaban a su paso.

Manuel Iglesias López falleció en San Martín el 15 de enero de 1955, ignorando por completo la trascendencia de su obra. No llegó a visualizar el reconocimiento que tendría con el tiempo su original creación. El coche tras unos años de uso, quedó relegado al gallinero de su casa familiar; aunque se lo pidió el Museo de la ciudad de Luján, rechazó la petición por no considerarse digno de tal honor. Después de su muerte, fue su hijo, Juan Carlos Iglesias, el que se responsabilizó de conservar el automóvil en excelentes condiciones y en 1970 el ingeniero Arnoldo Lucius, director del Instituto Americano de Motores, de la Universidad de Buenos Aires, se interesó por el vehículo y llegó a la conclusión de que realmente había sido el primer coche construido en Argentina.

Vehículo simple

El vehículo era muy simple, las piezas fueron construidas artesanalmente a mano por Manuel Iglesias. Tenía capacidad para dos personas. Estaba construido sobre un chasis rectangular de largueros, un eje rígido adelante que incorporaba la dirección y un eje trasero con diferencial, equipado con un motor monocilíndrico de 1.938 centímetros cúbicos, con una válvula de escape a la cabeza y ubicado en la parte delantera. El cilindro era ciego, es decir, sin tapa postiza y la cámara de combustión estaba dividida en dos partes, la superior albergaba el pistón y la válvula de escape, la inferior formaba la antecámara que alojaba la válvula de admisión y la bujía de encendido. El arranque del motor se realizaba por manivela. El vehículo carecía de acelerador y el regulador de revoluciones mantenía constante el giro del motor en 400 RPM. La velocidad que alcanzaba era de 12 kilómetros por hora, aproximadamente.

El asiento del conductor estaba hecho en madera, se asemejaba a un banco con respaldo y contaba en su parte inferior con un espacio cubierto para guardar diversos objetos. Las ruedas eran de rayos de madera con llantas de hierro sin cubiertas. En su trompa alojaba los tanques de agua y nafta. Tenía ausencia total de rodamientos, todos los puntos de fricción eran absorbidos por bujes de bronce.

El automóvil actualmente está incorporado a la vida cotidiana de los ciudadanos de Campana mediante la existencia de un monumento, una réplica a escala real del coche, colocado en la plaza Eduardo Costa, la principal de la ciudad. Está considerado, por una ley de 1975, como el primer automóvil argentino de la historia y esta ley sitúa a Campana como la cuna del automovilismo argentino.

El Concello de Vila de Cruces, su tierra natal, también le dedicó una calle con su nombre que lo recuerda y para honrar a uno de sus vecinos más ilustres, le han construido un monumento con una réplica en hierro del coche, que Juan Manuel Fangio tuvo la oportunidad de arrancarlo al primer intento en 1978, cuando se le hizo un homenaje con motivo del 80º aniversario de su nacimiento y se le entregó una maqueta del automóvil. La réplica del coche, después de cruzar el Océano Atlántico desde Argentina fue colocada [el pasado 23 de julio] a la entrada de la villa, en O Camballón, en el arranque de la Avenida Padre Fermín, para que sus paisanos lo puedan admirar, lo tengan presente en su memoria y se sientan orgullosos del gran inventor. El conjunto escultórico donde va colocada la réplica del auto simboliza el océano que separa la patria natal de Iglesias y su segunda nación, así como la unión entre las dos tierras, la gallega y la argentina.

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