Tres décadas son las que lleva la familia Fraiz López dando muestras de su tacto dentro del siempre complicado mundo del arte floral. Manuel y Carmen, los patriarcas de esta saga de floristas, iniciaron su aventura profesional allá por el mes de mayo de 1986 con una primera tienda en la calle San Isidro. "Lo compaginaban con un bar que habían abierto poco antes justo enfrente", recuerda la hija de la pareja, Isabel, que desde que cumplió los 18 años se unió al negocio familiar para darle un toque personal a las realizaciones florales que se han convertido ya en marca de la casa. Durante dos años, Carmen y Manuel se multiplicaron para poder atender a sus dos negocios, pero finalmente optaron por centrarse en lo que mejor se les daba: Un trabajo donde la elegancia revaloriza la belleza natural.

Fue entonces cuando la floristería Carmiña se trasladó al número 22 de la calle Progreso donde durante 22 años fraguó su prestigio. "Se convirtió en un negocio estable, aunque por supuesto los efectos de la crisis también se notaron con pedidos menos grandes por parte de los clientes, pero afortunadamente la floristería sobrevivió a todo ello", recuerda una Isabel que ha visto como tras acabar sus estudios pudo cumplir su deseo de echarle una mano a sus padres en este local emblemático del comercio trasdezano. La floristería luce ya ahora en su última ubicación situada en el cruce de las calles Outeiro y Venezuela, donde su clientela se hace poco a poco con la costumbre de acercarse al nuevo emplazamiento del local.

"Ahora hay más competencia que cuando empezamos, pero nuestro producto se distingue porque pasa por tres manos, las del productor de aquí, las de los del sur de España y, también, las de los Holanda y el resto de Países Bajos", subraya Elisa López. En este sentido, la hija de los propietarios y fundadores de la floristería Carmiña de Silleda se muestra muy orgullosa de que el negocio siempre tuvo una predilección por lo que ella llama "viajantes de la zona", los que aportan al establecimiento un material autóctono de primera calidad. Isabel destaca la importancia de poder contar con flores procedentes de lugares cercanos donde poder conocer de primera mano el cuidado con el que se cultivan unas flores que después terminarán formando parte de unos trabajos llevados a cabo con una minuciosidad casi quirúrgica.

Isabel, Carmen y Manuel saben que tienen un local con encanto, y quieren prolongar esa cualidad en una nueva ubicación donde las flores siguen reinando después de tres décadas de trabajo y esfuerzo.