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La mirada del aloitador

Júbilo, fuerza, arrojo, amistad o cansancio perfilan sus rostros

La mirada del aloitador

Quizás sea cierto que están hechos de una pasta especial o, simplemente, trasmiten esa impresión porque han sido moldeados por la tradición. Ser aloitador es todo un orgullo para quienes han nacido en Sabucedo. Es algo que los vecinos de esta parroquia llevan en la sangre y que se ha transmitido durante siglos de generación en generación. La tradición se revela en sus gestos, en sus actitudes y en sus miradas.

Observar a los aloitadores durante la celebración de un curro ofrece todo un repertorio de sensaciones impresas en los rostros de quienes se enfrentan a más de 200 caballos salvajes sin más armas que sus manos y su destreza. Puede apreciarse el arrojo en el momento de dar el salto y la fuerza cuando el animal se resiste a ser inmovilizado para que lo rapen y lo desparasiten.

Hay también miradas de complicidad y de entendimiento, como las previas a la elección de la besta sobre la que se dará el salto. Tampoco faltan los rostros de euforia cuando se acaba la hazaña, o esos ojos que se cierran al fundirse en un abrazo entre compañeros, como lo están cuando se busca la paz de la enfermería para descansar un momento el cuerpo antes de volver a la arena.

Las manos alzadas o encontradas en un aplauso acompañan a la mirada que se dirige al graderío. Hablan de agradecimiento por los ánimos, de satisfacción por el trabajo realizado y de las ansias por un nuevo día de curro.

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