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Miguel Villar Costoyas: "El que no ama a la tierra en la que nació no se ama a sí mismo ni tampoco a nadie más"

"Vamos a dar una hectárea a las familias necesitadas para que la trabajen y puedan vivir de lo que produzcan"

Miguel Villar posa, ayer, en el interior del restaurante Porta do Sol de Lamela que abrirá la próxima semana. // Bernabé/Luismy

Lleva a Lamela en el corazón y, también, en el ADN de todas sus actividades empresariales y solidarias. Miguel Villar Costoyas es un auténtico enamorado de su tierra, donde junto a sus hermanos levantó un próspero negocio. Su última aventura empresarial consiste en remodelar un lugar llamado Porta do Sol para convertirlo en un referente gastronómico autonómico.

-Empezó muy joven en el mundo empresarial, ¿cómo recuerda esa etapa juvenil?

-Yo, cuando estudiaba en Santiago, y empecé a trabajar a los 18 años con un arquitecto, era para llevar a la práctica mis conocimientos y para no ir a trabajar a la aldea, donde venía como un esclavo porque no teníamos vacaciones. No me importaba que no me pagaran, pero lo que no quería era volver. Mis padres aceptaron que me quedara en Santiago, y mi sorpresa fue que en Compostela ese verano me pagaron más de lo que esperaba.

-Sin embargo, terminó haciendo su vida en Lamela.

-Tú sabes que soy una persona con un amor muy grande a dónde nací. Soy de los que pienso que el que no ama a su pueblo tampoco se ama a sí mismo, ni a nada. También me tengo por una persona de profundas raíces cristianas, y tengo una gran admiración por Jesucristo. De todas formas, como decía el propio Jesús, nadie es profeta en su tierra. Como sabes, allí me tiraron dos naves que hoy emplearían entre 80 y 100 personas, y es una pena el mal que se hizo allí. Si embargo, el reciente galardón que recibí en A Estrada me llenó de orgullo.

-¿Es cierto que incluso se atrevió con el teatro?

-Soy empresario porque es un medio de vida, pero yo tuve un grupo de teatro cuando estudiaba Maestría Industrial, antes de matricularme en la Escuela de Arquitectura de A Coruña, que dirigía el sacerdote José Porto Buceta. Después fundé un grupo de teatro en Lamela y llegué a escribir algún texto de las comedias que representábamos. Fue algo que me gustaba y que me llenaba mucho.

-¿Desde cuándo se considera una persona solidaria?

-Haber fundado la empresa con mis hermanos en Lamela fue por solidaridad y para conseguir el éxito para todos. Yo sabía que tenía cualidades para tener una empresa. Me hicieron jefe de un equipo de delineantes con apenas 23 años, con gente a mi cargo con más años que yo, con lo que de carga de responsabilidad que eso suponía. Nuestra primera intención era montar una empresa de ventas de coches y de piezas de automóviles porque mi hermano mayor fue mecánico en la SEAT. Después derivamos hacia la maquinaria agrícola. Montar algo así hace 40 años en Lamela era una locura porque entonces era una aldea perdida. Hoy puedo decir que fue un acierto para todos instalarnos en Lamela. Aún recuerdo cuando montamos la primera nave y como nos animábamos los de la Parrillada El Gaucho y nosotros, porque empezamos juntos nuestros negocios.

-¿Se siente a gusto presidiendo la Fundación Amigos de Galicia?

-Siempre me gustó colaborar con oenegés como Médicos del Mundo, Aldeas Infantiles o Cáritas, entre otras, y con las que sigo haciéndolo. Entré en Amigos de Galicia como un patrono más, y sin intención alguna de ocupar ningún cargo. Cuando Busto me propuso presidir la fundación le dije que no, pero insistió durante tres o cuatro años. Todo lo que hice en la vida me sirvió para forjarme como persona, y esta presidencia también. Me gusta ser útil para los demás, y ahí lo soy y mucho.

-¿No es lamentable que todavía tengan que existir organizaciones como Amigos de Galicia?

-Te puedo decir que hemos vivido momentos peores, pero ahora cambió la situación. Antes no teníamos prácticamente nada, pero no lo tenía nadie. Pero, hoy, ¿qué puede hacer una persona que no tiene trabajo? A mi la fundación me proporciona muchas cosas positivas. Ahora la idea es poner a trabajar a las familias necesitadas, dándole una hectárea para que la trabajen y ya tenemos una empresa que nos va a comprar todo lo que produzcan esas familias.

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