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Emilio José Fernández: "La producción audiovisual es interesante, pero también un trabajo muy estresante"

"El documental sobre la huelga general en Vigo del año 72 tiene interés social, pero sobre todo histórico"

El productor lalinense Emilio José Fernández. // Bernabé/Javier Lalín

Le puso el nombre a su agencia en honor al personaje de la única novela de Edgar Allan Poe que primero apareció por entregas y posteriormente en forma de libro. Su último trabajo, el documental titulado Vigo 1972. A hora da verdade cuenta los acontecimientos de ese año, cuando a través de una huelga general de quince días de duración, en la que participaron más de 25.000 trabajadores, Vigo y su comarca pusieron contra las cuerdas al régimen del general Franco. La cinta fue presentada recientemente con éxito de público en el Museo da Arte Contemporánea de la Ciudad Olívica, y será estrenada en salas el año próximo.

-¿Tanto le influyó Allan Poe como para ponerle el nombre de un personaje suyo a la agencia?

-Fue la primera novela que leí y el personaje me encantó. No sé si influyó el hecho de que fuera muy joven cuando la leí, y el personaje de Arthur Gordon no deja de ser un polizonte que va en un barco que acaba teniendo sus aventuras. En el fondo, al final, lo que haces en la producción y en la creación de formatos para televisión o guiones para documentales o para cine, tiene que ver un poco con la aventura. Cada proyecto, cada trabajo es diferente. Siempre digo que la producción audiovisual es interesante, pero también muy estresante.

-¿Su último trabajo tiene que ver con su vinculación con Vigo, en donde está afincado?

-Me lo ofreció Roi Cagiao, al que conocía desde hacía tiempo, pero nunca habíamos coincidido en trabajar juntos. El proyecto me pareció interesante y, aunque pueda parecer que es algo muy local y muy vigués, es un tema extrapolable perfectamente a cualquier otra parte. Tiene mucho interés desde el punto de vista social, pero sobre todo desde el punto de vista histórico. Además de este documental, ahora estamos con dos trabajos más, uno sobre fotografía de época y el otro está centrado en las leyendas de Galicia.

-¿Había material suficiente para abordar el documental sobre la huelga del 72 en Vigo?

-Muy poco. Lo que comentaban los entrevistados y los historiadores con los que trabajamos es que no querían tener en su poder algo que pudiera implicarlos. En aquel entonces te la jugabas bastante. Ya por el hecho de participar en las manifestaciones o que te pillaran en alguna reunión clandestina de los sindicatos podías tener problemas. Si a eso le unes que te pudieran encontrar algo de material, mucho peor. Lo poco que podían tener lo tiraron o se deshicieron de ello por temor a la represión.

-¿En qué centró sus esfuerzos para poder realizar el documental?

-La parte de documentación fue la más complicado por esto que te acabo de comentar. Al final, partes del guión de Roi, y sobre se eso elabora una escaleta de producción con las necesidades técnicas, humanas y de todo tipo. Conseguimos alguna imagen que guardan sindicatos como Comisiones Obreras, pero imágenes del Vigo y de esa época no encontramos nada. Al final, lo que utilizamos fueron imágenes que simbolicen cómo fueron aquellos acontecimientos. Tienes que apoyar el discurso argumental a través de recreaciones de época.

-¿Fue cara la producción?

-Aún no terminamos de grabarlo, pero piensa que sólo para lo que son las recreaciones de época, que serán tres o cuatro días de grabación, cada día cuenta con un equipo de unas diez o doce personas, además de los actores. Entre realizador, iluminador, ayudantes, sonido, producción y demás, juntas ahí mucha gente. Eso sin contar con el equipo técnico, por supuesto.

-Con los tiempos que corren, no debe ser fácil colocar una cinta así en las salas de cine, ¿o no?

-No es tan complicado. Cuando fue A paixón de María Soliña, donde además de la producción ejecutiva llevaba también lo que es el guión y la dirección junto a Alfonso Castaño, parecía a priori un proyecto no orientado para salas, y en cambio estuvo en varias salas gallegas. En Vigo aguantó siete días en dos sesiones, que no está nada mal. Hay un público para este producto. Para un documental como el de 1972, pienso que en Vigo, Ferrol o Santiago puede tener su público. Ahora, una vez que se estrena, a partir de ahí decides cuál va a ser la estrategia de distribución de la película. Cada proyecto tiene su idiosincrasia. Sólo en la presentación, el salón de actos del Marco estaba lleno, y con gente muy emocionada en el público porque trata sobre algo que sucedió en Vigo y que afectó directa o indirectamente a mucha gente. Yo no soy de Vigo, porque soy de Lalín, pero realmente es como si fuera de Vigo porque llevo allí desde los 19 años, que me fui para allí.

-¿Es raro que hasta ahora no se hubiera hecho nada sobre ello?

-Sí, es curioso. Había pequeñas piezas a través de las fundaciones y de los sindicatos, pero no estaba desarrollado. Por eso, lo más importante de un proyecto como este son los testimonios. Son testimonios que te cuentan tal cual sucedió todo. Hubo alguno que nos preguntaba si no íbamos a entrevistar al otro bando, en referencia a alguien de la policía o el que llevaba la Comisaría en Vigo, pero pensamos que eso no era lo primordial. Lo que nos interesa es saber cómo fue una huelga en esa época, cómo fue pasando de Citroën a Vulcano, cómo fue que toda una ciudad de Vigo terminara por involucrarse, y ahí hubo gente de todo tipo dentro de la lucha obrera, que al final se unieron para organizar aquello.

-¿No cree que cada vez más cuesta encontrar en la carterlera algo que atraiga de verdad?

-Evidentemente, yo soy de los que pienso que hay que apostar por el cine no comercial, que también tiene su público. Por ejemplo, cuando nosotros hicimos A paixón de María Soliña, que no es ni un documental ni tampoco un montaje cinematográfico, es muy lento, se apoya mucho en la música como parte del discurso argumental, muy aficionado, que se grabó entre Lalín, Silleda, Santiago y algún sitio más. Ese fue un proyecto planteado de una manera sumamente artística, pero nadie salió indiferente. Hubo gente que lo entendió y a otros les pareció muy lento.

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