Los musulmanes rezan cinco veces al día: Al alba (antes del amanecer), al mediodía, durante la tarde, al ocaso y por la noche. La última tanda de rezos durante el Ramadán dura más de una hora, porque la intención de este mes es adorar a Alá y entender la pequeñez del hombre frente al que da la vida más allá de la muerte, otro punto de confluencia con el cristianismo. Para explicar la necesidad de las cinco oraciones diarias, Mahoma puso un ejemplo de cómo quedaría purificado el cuerpo si se bañase cinco veces al día en el río.

Los hombres y niños rezan delante, las mujeres detrás. Para los varones es obligatorio orar en congregación, mientras que ellas pueden acudir de modo voluntario, tal y como explica Halim Bouchaila, uno de los vecinos musulmanes de Lalín que usa el salón que hace las veces de mezquita, ubicado frente al colegio Xesús Golmar. Descalzos sobre las alfombras, en silencio y mirando hacia La Meca, como manda el precepto, cuatro fieles siguen las indicaciones de Halim, que hace de imán y llama a la oración en repetidas ocasiones recitando "¡Alá es grande!". De pie, en cuclillas, de rodillas y postrados, rezan en voz baja.

No suelen venir mujeres a este salón de rezos, por la falta de espacio. "Para el hombre es mejor rezar en congregación, porque da más valor a la oración y adoramos mejor a Alá". Halim, al igual que sus compañeros, afirma que el mes de Ramadán no se hace largo. "Poco a poco te acostumbras, y tienes que estar concienciado de que serán varias horas en ayuno. Hay que tener mucha moral". El 7 de julio, un día después de rematar este mes sagrado, los fieles celebran el "día de la fiesta", con comida, dulces y el bullicio de los niños.