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El monasterio de Moneixas y su iglesia

La tradición popular habla de un primitivo convento de monjas que daría lugar al nombre de esta parroquia lalinense, pero no existe ningún documento que atestigüe su existencia

Capitel del ábside. // AVN

En Moneixas (Lalín), la tradición popular habla de la existencia de un primitivo monasterio de monjas y de un lugar donde estaban las aspirantes o novicias, llamado Moneixiñas. El nombre de Moneixas sería una evolución del nombre grecolatino monachicas, que se puede traducir por monacais. No hay ningún documento ni resto material que permita atestiguar la existencia de tal monasterio. La actual casa rectoral fue monasterio en el siglo XV, habitado por monjas clarisas. Es una antigua casona en forma de L de dos plantas con tejado a dos aguas, que se encuentra frente a la Iglesia. El monasterio tendría un pasadizo de piedra por donde accedían las monjas a la iglesia. El coto de dicho monasterio llegó a contar con una extensión de 250 ferrados de sembradura. Durante las Guerras Irmandiñas, las monjas abandonaron el monasterio y vinieron a ocuparlo unos religiosos. El monasterio contaba en su entorno con una huerta de ocho ferrados, cerrada por un alto muro, parte del cual existe en la actualidad.

La iglesia de Moneixas es de origen románico, del siglo XII, debió ser construida en torno a 1170, lo único que ha llegado a nuestros días es la cabecera, aunque modificada en altura, con ábside rectangular y el arco de acceso a la capilla mayor que descansa en columnas y capiteles decorados. El resto del templo sufrió múltiples modificaciones que lo convirtieron en un edificio de gran amplitud, muy alejado de sus dimensiones originales.

Originariamente tenía una sola nave separada del ábside rectangular por un arco triunfal semicircular doblado, que se apoya en columnas rematadas por capiteles decorados con hojas carnosas y volutas entre las que asoman en el derecho la cabeza de un animal, que asemeja a un felino, por su hocico y ojos almendrados y en el capitel de la izquierda una cabeza humana. Bajo los capiteles hay ábacos achaflanados y fustes de tambores desiguales que parten de basas áticas adornadas con motivos de garras y cabecitas. Dentro de la capilla mayor, en paralelo al arco descrito, hay un segundo arco fajón de similares características al anterior, que descansa sobre columnas rematadas por capiteles decorados por hojas y volutas pero carentes de cabezas. El ábside está cubierto por una bóveda de cañón, que se separa del muro por una imposta. En el muro izquierdo del ábside hay una puerta que da acceso a la sacristía que fue mandada hacer por el arcediano de Deza Juan Roque Arias y Somoza en 1730 y en el muro de la derecha del ábside hay una ventana que se abrió en 1747.

Los muros del ábside y la bóveda tuvieron pintura mural, de la cual todavía se pueden apreciar ligeros restos que hoy están ocultos por el retablo, son unas pinturas de color ceniza representando a profetas y ancianos. En el muro de la Epístola, entre los dos arcos, apareció con motivo de unas obras de restauración, una pintura mural (fresco), que puede datarse a finales del siglo XV o principios del XVI. La pintura está enmarcada en un recuadro con una greca decorativa, que representa la flagelación, en la que Cristo está atado a una columna de piedra, rematada en unas ramas de palmera, azotado por dos verdugos con sendos látigos de mimbres y cubiertas sus cabezas con gorros frigios. La figura de Cristo es muy curiosa ya que no tiene barba ni bigote, solo una perilla, el pelo es largo y cae sobre los hombros, el rostro tiene una expresión resignada y doliente, destacando las gotas de sangre que manan por todo el cuerpo. Los verdugos presentan un cierto aire caricaturesco con una nariz muy pronunciada que ayuda a resaltar la vileza y fealdad de los que crucificaron a Cristo.

El retablo de la capilla mayor es barroco y en él hay un letrero que dice: "Izose este retablo en el año 1739, siendo cura D. Pablo Verea y Aguiar, por titulo de D. José de Montenegro". En una reciente restauración se encontró en la parte alta del mismo y detrás de la paloma que corona el retablo, un papel apolillado que decía: "Este retablo lo hizo el maestro carpintero Antonio da Ponte y Andrade en 1739, siendo cura párroco D. Pablo de Vera y Aguiar". El antiguo retablo fue llevado a la capilla del lugar de Belelle, en Catasós, dedicada a Santa Mariña, pero hoy no existe. El retablo de la capilla mayor fue hecho por mandato de Pedro José Montenegro Mosquera y Oxea, clérigo del Pazo de Donfreán, perteneciente a la poderosa familia Montenegro, que fueron ilustres benefactores de las iglesias de Moneixas, Catasós y las capillas de Puxallos y Belelle. El retablo está presido por el patrono de la parroquia, San Adrián, la hornacina superior acoge la imagen de la Virgen de las Angustias, en la calle derecha San Pedro y San Pablo en la de la izquierda. Corona el conjunto la paloma símbolo del Espíritu Santo y el Cordero Místico preside la puerta del Sagrario. El retablo es muy similar al de la iglesia de Donramiro, es más pequeño y menos suntuoso; probablemente fue hecho por el mismo carpintero o se tomó como ejemplo el de Donramiro.

En el siglo XVIII, la iglesia fue muy reformada. En 1773 se añadieron dos capillas laterales de factura barroca, donde se colocaron los antiguos retablos colaterales dedicados a Santa Lucía y a Nuestra Señora de las Angustias, siendo cura Pablo de Verea y Aguiar. En la capilla de Santa Lucía está colocada una pila bautismal románica y en el lado derecho de la pared hay un pequeño sagrario de piedra, también se conserva un dintel de piedra con caracteres romanos, perteneciente a la desaparecida puerta de entrada a la capilla de las Angustias. En arco de acceso a dicha capilla está gravada la fecha de 1773, año de su construcción. Junto a la base del arco derecho está depositada una pequeña piedra que tiene una cruz latina en el centro.

En la parte exterior, el ábside está rasgado por una ventana saetera rodeada por un arco semicircular moldurado por un finísimo baquetón; en el muro izquierdo, hay una columna bizantina a la que le falta el capitel, tiene una base ática con garras sobre plinto cuadrangular y al lado un estribo escalonado; en el friso se encuentra una piedra románica, igual a otra que está en el pie del hórreo de la casa rectoral y en la parte de dentro del muro de la cancilla de entrada a la iglesia hay otras dos piedras gravadas con once muescas. La iglesia tuvo dos cubiertas a los lados que fueron suprimidas en 1737 por orden del obispo Cayetano Gil Taboada. En los escritos parroquiales se cita la existencia de una cripta, que no se sabe donde estaba, probablemente en torno a la capilla mayor.

Entre 1882 y 1884 se hizo la fachada de la iglesia. Según los planos del arquitecto Alejandro Sesmero, fue necesario labrar sesenta y nueve piedras de granita, tarea que dirigió el maestro José de Carvallal. Las obras fueron encargadas en pública subasta a Manuel Cuñarro, vecino de San Juan de Botos. El campanario está rematado con una cruz que se colocó en 1897.

En el año 1960, el conjunto sufrió una gran transformación y fue desfigurada completamente con la construcción de la capilla-santuario, a modo de segunda nave. Fue realizada por el maestro de obras Vidal Payo Fernández, siendo párroco Andrés Cajide. Está dedicada a la Tercera Orden Carmelitana, cuya patrona Virgen del Carmen preside su retablo construido, dorado y decorado por Avelino Martínez Julin de Ourense entre 1962-1963. Situada a la izquierda de la nave principal, ocupó e hizo desaparecer la antigua capilla de las Angustias, constituyendo una segunda nave, que se separa del cuerpo de la iglesia mediante tres arcos diferentes, apoyados sobre pilares de hormigón. Interiormente está recubierto de madera de castaño, obra realizada por el carpintero de Lalín Trabazo. En el exterior está coronada por una enorme Virgen pétrea de dos metros y medio, sobre la puerta de entrada se dispone el escudo carmelitano y en el frontón una placa con las iníciales TOC (Tercera Orden Carmelitana).

La última y cuidada restauración de la iglesia la realizó el párroco Luis López Barredo en la década de 1970. Tras haberle añadido el santuario, auténtico atentado contra el patrimonio, ha visto desfigurado el espacio original del templo románico, constituyendo un modelo de evolución histórica muy frecuente en muchas iglesias de Galicia.

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