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Una huida desesperada por salvar la vida

El socorrista Pablo Camino relata a su regreso del mar Egeo el drama de los refugiados

Cogió en brazos a niños pequeños que, "de fríos y mojados, parecía que venían muertos". Es uno de los recuerdos que se agolpan en la cabeza y el corazón del socorrista cuntiense Pablo Camino, deportista del Club Natación y Salvamento A Estrada, tras dedicar 15 días de sus vacaciones a socorrer en la isla de Lesbos en el mar Egeo a los refugiados que tratan de llegar a Europa en una huida desesperada por salvar su vida. Lo que vio como socorrista humanitario de la mano de la ONG Proactiva Open Arms es un drama que le "emociona" y que no olvidará jamás. Concienciado, este joven de 27 años -que trabaja como rescatador en el Helicóptero de Salvamento Marítimo de la zona de Cee con base en Santiago- no descarta volver a dedicarles sus próximas vacaciones si el problema persiste. Ayer le relató su experiencia a los estudiantes del IES Antón Losada Diéguez de A Estrada.

"Son gente como nosotros que, de repente, tiene que escapar de su casa, dejar atrás su vida, porque - en el caso de los sirios- su país está en guerra", explica. Enseguida "empatizas con ellos", cuyos rostros no solo traslucen "muchísima angustia" sino también "muchísimo agradecimiento" cuando se encuentran con alguien que los trata bien". Sus "abrazos" y sus "gracias" -aunque tan solo les diesen la mano para bajar del barco- evidencia "lo mal que los trataron".

Vienen de una travesía muy dura, realizada en grupos de 60 personas en "barcos que apenas flotan" tras pagar entre 1.000 y 3.000 euros por persona por cruzar apenas 10 kilómetros de mar. Las mafias se aprovechan de la necesidad que les obliga a dejar atrás toda su vida. Huyen de la guerra, del terrorismo, de la intolerancia, de "países en guerra pero no tercermundistas", señala Camino. Los que huyen son personas "normales", que tratan de salvar su bien más preciado: la vida de los suyos y la suya misma. Entre ellos hay muchos con estudios superiores. Los más jóvenes hablan inglés y manejan Facebook. Ellos son los que le relatan a los cooperantes sus peripecias. Están "deseando" hacerlo.

Sus relatos parten el alma. Malvendieron sus casas y sus negocios en su intento desesperado por alcanzar Europa. "Llegan aquí y se encuentran con que no tienen nada", apunta. Tal es la desesperación de algunos padres que, al no conseguir reunir el dinero necesario para pagar el viaje de toda la familia, envían a sus hijos, solos. Camino vio el caso de tres hermanas -la mayor de solo 10 años- "abandonadas" tras vaciar un barco. Es una dura realidad, el drama de miles de familias acuciadas por la guerra que intentan salvar la vida de aquellos a quienes más quieren. Camino lo tiene claro: "si lo que hice yo lo hiciesen muchos políticos, pensarían que sí se puede hacer algo más que lo que hacen".

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