-De regreso en la Agasp, que dirigió hace años. ¿Cómo la encuentra?
-Bien. Se conserva muy bien. Me trae un poco de nostalgia. Hace ya 11 años que estuve aquí. Está igual. Es un edificio magnífico, un centro que se tiene que explotar más. Actividades como esta demuestran que se pueden hacer muchas más cosas.
-Vuelve para hablar de ciberacoso, ¿llegan muchos casos a los tribunales?
-Sí. Cada vez más. Es un fenómeno bastante frecuente aunque todavía no se denuncia todo lo que se debe denunciar. Los niños se arriesgan mucho en las redes sociales y cuando son víctimas de acoso suelen esconderlo. Lo que intentamos es concienciarles para que no agredan ni sean víctimas, que no muestren su intimidad ni busquen la de otros en internet. Se trata de que tomen conciencia de que tienen derecho a una intimidad que tienen que proteger para no caer luego en delitos que les afectarán muchísimo y les marcarán para toda su vida. Tienen que darse cuenta de que toda la privacidad que entregan en la red la han perdido para siempre. Hay que revalorizar la coneicnai de intimidad que están perdiendo.
-¿Qué pautas deben seguir los padres para evitar que sus hijos sufran ciberacoso?
-Con cuatro reglas básicas pueden protegerles. Del mismo modo que ponen una puerta blindada en casa o una alarma para proteger la intimidad, deben proteger la intimidad de los niños. Deben intentar que el uso de las nuevas tecnologías lo hagan dentro de un ámbito de privacidad pero no en aislamiento, que no cierren la puerta de su habitación. Hay que observar el comportamiento de los niños cuando están conectados a internet. Un cambio tras una conexión puede indicar que sufren ciberacoso. Y darles confianza para que se abran y que, igual que enseñan esa intimidad a extraños que no conocen de nada, digan lo que les está pasando.
