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Cada uno habla de la feria según le va en ella

Los tratantes de la Central contradicen a los transportistas y aseguran que no se permite la subasta de animales con taras

El ganadero Raúl Ferro y el transportista Antonio Doval, ayer, en la nave de vacas. // Bernabé/Javier Lalín

Un grupo de transportistas y ganaderos está preparando una carta que remitirá a la dirección de la Semana Verde y en la que solicita un encuentro para abordar una presunta picaresca por parte de los tratantes. Las normas de la subasta incluyen una cláusula que permite a los compradores dejar para el final de la puja el pago de reses enfermas o con taras, e incluso pueden renunciar a su adquisición. De darse este caso, pueden consultar con un veterinario para que diagnostique la presunta tara. Si ésta no existe, el comprador ha de llevarse el animal, pero si la hay, pueden pujar por él los cuatro mejores postores, a sabiendas de su problema.

Si la dirección no accede a este encuentro, comenzará una campaña de recogida de firmas para variar dichas normas. La campaña está promovida por el responsable de Transportes Fausto, de Forcarei, Antonio Doval. Este transportista acude a la puja de Silleda prácticamente desde sus inicios, en 1981, y ayer explicaba que "los tratantes ponen un precio a cada animal, y si al final de la puja tienen demasiados, puede ocurrir que descarten algunos, pese a haber subastado por ellos". Asegura que esto le ha ocurrido a algunos ganaderos, como Raúl Ferro, de A Estrada, quien explica que "en más de una ocasión tuve que llevar el ternero de vuelta a casa porque el tratante alegaba que el animal tenía cualquier cosa". "Los transportistas somos los que más sufrimos", alega Antonio Doval, "porque el ganadero puede pensar que el animal se lastimó durante el transporte, y que nosotros somos los responsables".

La opinión de los tratantes es bastante diferente. Antonio Iglesias es de Luarca (Asturias) y acude cada semana a la Central Agropecuaria. Explica que "por norma, los animales que están enfermos ya no viajan a ningún tipo de feria. Es más, gracias a los controles veterinarios subió, y mucho, la calidad de los animales en esta y en las demás subastas de ganado". Respecto a los lotes de animales que tocan a cada tratante, puntualiza que "antes de la subasta, los compradores ponemos un tope de animales, si queremos, mientras que si tenemos falta de reses no marcamos ese máximo. Así, si yo digo que quiero 30 animales, no van a adjudicarme más de esa cifra". Iglesias muestra su conformidad con el sistema de pujas de la Central Agropecuaria, "porque ahora el ganadero siempre cobra el precio más alto por el que se puja su animal", aclara.

Ofertas fuera de la subasta

A la feria de ayer también acudió, desde Chantada, el matrimonio que conforman Manuel Toyán y Salomé López. Nunca se vieron en la circunstancia de que un ganadero al final dejase de comprarles un animal alegando que éste tenía taras o algún tipo de enfermedad. "Lo que sí nos ha pasado es otro tipo de picaresca, en la que los tratantes esperan al final de la subasta para, si no has vendido tu ternero en ella, ofrecerte después menos dinero del que tenían pensado en un principio", con la excusa de que lo importante era vender el animal antes que llevarlo de nuevo a casa. La pareja también apunta a que, al menos en su zona y ya al margen de la puja de la Semana Verde, los tratantes suelen quedar entre ellos para repartirse las áreas de compra, de modo que al ganadero no lo queda otra alternativa que vender el ternero o la vaca por el precio que le ofrece un único comprador. Alaban el modo de funcionamiento de la Semana Verde, "porque antes de este sistema nunca terminabas hasta las tres de la tarde, y ahora se subastan los lotes de 50 en 50", explican, añadiendo que además ahora se puede cobrar directamente con un ingreso en cuenta. Los ganaderos también coinciden en que, una vez ya en el matadero, los veterinarios de éste vuelven a revisar cada animal para garantizar que no padece ninguna enfermedad y es apto para consumo.

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