Concha Lamazares montó hace 56 años junto a su marido, Cándido, el conocido restaurante Agarimo. Pese a que su hija y su nieta son las que llevan el negocio, esta incasable trabajadora reconoce que le gusta acudir cada día a su establecimiento "para poner a esta gente en camino", dice entre risas. Cuando le fue comunicado el galardón -anteayer- no pudo cenar con normalidad por los nervios y ya más tranquila recalca la dureza de la hostelería. "Muy poca gente entiende este negocio, es duro, pero me gusta seguir trabajando". Ayer por la tarde, cuando atendió la llamada de FARO, estaba echando una mano para hacer chorizos, un producto que lleva el cocido de Lalín que sirve desde hace décadas su restaurante.