-¿En que momento se encuentra el observatorio de Zarragrande, propiedad de su familia?
-Pues, nos han robado el cable y estamos sin luz. Lo que pasa es que con los temporales que hubo este año, yo no tuve tiempo de acercarme por allí. Estamos ahora con un programa europeo, y el profesor Docobo de la Universidade de Santiago habló de incluirlo en una red, y yo le dije que sí. La idea es hacernos ahora con un generador de corriente para evitar este tipo de trastornos con la luz. En cuanto podamos, tendremos una reunión para agilizar estos trámites. El observatorio está ahora parado porque yo no puedo ir y, además, sin luz es imposible. Si vinieran unos días un poco buenos, se podría arreglarlo.
-Fallecido su padre, el gran impulsor del observatorio, ¿le gustaría seguir manteniéndolo activo?
-Por supuesto. Tanto mi padre como yo lo pasamos muy bien allí. Tengo muy buenos recuerdos de mi padre allí conmigo. Recuerdo una vez con la lluvia de estrellas, lágrimas de San Lorenzo que le llaman, en plenas fiestas de Cruces, y nos marchamos los dos para allá cuando acabó la cena. Estaba recién hecho el muro, y nos pusimos las cabezas uno contra otro para controlar cada hemisferio. Nos poníamos a hablar -más papá que yo- y se despistaba. Teníamos que contarlas para mandárselas a la Asociación Astronómica de Sabadell, una de las grandes de España. Contamos 200 cada uno.
-¿Su padre le inculcó ese amor por la astronomía y al observatorio que tienen en Cruces?
-Es que vas allí, y te termina gustando mucho. Hay que pensar que mi padre se puso a estudiar Matemáticas y Trigonometría con 70 años. Y lo hizo para poder entender cosas del cielo, y de la astronomía en general. Es una maravilla, y la idea es mantenerlo abierto. Nos gustaría tener a alguien allí de confianza, porque se le dio la llave a alguna gente que no lo merecía y compruebas que te faltan cosas, como un telescopio que pienso que se lo llevaron.
