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José Antonio López Campos: "Es inevitable que el dentista sea caro; cuando precisas un marcapasos también quieres el mejor"

"Aún hay gente que tiene pánico por cosas que le dijeron o malas experiencias, pero hoy apenas hay dolor"

López Campos, en su consulta de la calle B de Lalín. // Bernabé/J. Lalín

Por sus manos han pasado familias enteras de dezanos dispuestas a poner remedio a sus problemas dentales. Concibe la sanidad como una labor social y vocacional, y reniega del espíritu mercantilista que muchas veces demuestran algunos de sus colegas de profesión. José Antonio López Campos tiene, además, una afición heredada de su difunto padre que piensa seguir fomentando entre los más jóvenes desde el observatorio familiar de Vila de Cruces: La astronomía.

-Debe de ser el más antiguo de los dentistas de Lalín, ¿no?

-Yo creo que sí. Cuando llegué a Lalín sólo había dos dentistas establecidos. Uno era Mauro Silvela, que murió hace unos años, y el otro es Benjamín Valladares, que tiene la consulta cerca de la estatua de los caballos. Mauro trabajaba en la Seguridad Social y Benjamín trabajaba en A Estrada, y venía sólo dos días a la semana a Lalín. Como yo me casé en Cruces, lo normal era que me quedara por aquí, aunque también llegué a tener durante unos años consulta en Santiago, cerca del Restaurante Alameda.

-¿Son los dezanos cuidadosos con su higiene bucodental?

-Quizá ahora un poco más que hace unos años. La cuestión no es que no se cuiden, es que no se hacen revisiones periódicas, que son muy necesarias. Yo tengo anécdotas como el de una persona que tenía un dedo de sarro en la boca. Hoy en día eso no pasa, pero en ese caso, que me pasó hace muchos años, no era capaz de cerrar la boca. Después de revisar la zona le encontré un taco enorme por encima de la muela de sarro. Empezó a no comer para ese lado, a agregarse carbonatos y creó una placa enorme de sarro. Hoy en día, la gente tiene más cuidado con los niños. Piensa en la cantidad de niños que se ven con aparatos en la boca, que eso antes no era tan habitual.

-¿Todavía existe ese pánico ancestral al dentista y su consulta?

-Aún hay gente que tiene verdadero pánico por cosas que le dijeron desde pequeños o alguna mala experiencia. Yo tengo experiencia con pacientes que se ponen en mis manos y ya está esperando que le duela. Y como hoy apenas hay dolor en un tratamiento dental, algo que le molesten lo suelen aguantar mucho más. También es verdad que las agujas de hoy en día no tienen nada que ver con las de antes. Cuando yo llegué a Lalín hacía las sustituciones en la Seguridad Social, y recuerdo que la directora que había entonces me había preguntado de dónde había sacado las agujas con las que trabajaba. Les dije que eran mías, y de un solo uso. Yo recuerdo que las metían en alcohol, que es un fijador de gérmenes y lo guarda todo. El concepto que hay de que el alcohol lo elimina todo es completamente falso.

-¿Ha sido fundamental la llegada de nuevos materiales para acabar con el mito del dolor dental?

-Todo ha mejorado muchísimo. Cuando yo empecé, prácticamente todos los emplastes eran de plata, eran unos silicatos que se ponían porque eran algo blancos. Yo los puse al principio, pero dejé de ponerlos y hoy ya no se colocan en ninguna parte. En el 85-86, cuando fui para la facultad, dejé de poner amalgamas porque empezaron a salir ya productos como cerámica, que te permitía el empaste en sí, que era mucho más duro. El gran problema es que si era grande se gastaba.

-En cuanto a esa antigua mala prensa de los dentistas, ¿no contribuyeron a ello los elevados precios?

-Alguien decía que si el problema fuera del corazón, no te meterías en manos de clínicas o policlínicas, que son empresas pensadas para hacer negocio. Lo que no entiendo es cómo el Estado les permite hacer lo que hacen porque estas empresas están para hacer dinero. Nuestros alumnos odontólogos tendrán el mismo concepto que debemos tener todos, que es que vamos a solucionar un problema de salud. No es sólo vivir a cuenta de tu trabajo. Tú tienes buenos materiales, máquinas e instrumental necesarios para poder trabajar en condiciones, y exige una importante inversión económica. Y, en general, no es barato precisamente. Es cierto que existen marcas blancas, pero la diferencia entre un implante más o menos normal y otro puntero es tres o cuatro veces más caro. Es lo que distingue a algunas marcas punteras porque son empresas que se dedican a investigar, a parte de la producción. Y eso tiene sentido porque el implante tiene una evolución. Poco a poco, este sector mejora tecnológicamente y caminamos hacia la nanotecnología. Dentro de poco llegará la bionanotecnología, que ya está ahí, y terminarán poniéndote un germen de tus células dentales, te lo injertarán, y te producirá el diente que tú necesites para cada caso. Eso va a ser el futuro. Yo fui a la facultad para poder estar al día. Es inevitable que sea caro ir al dentista, de la misma forma que cuando necesitas un marcapasos quieres que sea el mejor que exista. La fiabilidad de una marca buena es determinante también aquí.

-¿Qué le pareció como profesional el escándalo destapado recientemente en Vitaldent.?

-Yo estoy en contra de las empresas porque esto no es un negocio. Es una mentira todo lo que te ofrecen porque ellos ponen en la factura los 200 euros del implante, que a lo mejor a ellos les sale a 70 euros cada uno porque compran a miles, pero en la definitiva te cobran por el concepto de cirugía y le meten 600 o 700 euros a mayores. Yo no puedo competir con ese número de implantes tan elevado que compran porque tienes en stock unos 20 o 30, como mucho. Lo que sí tengo que decir que en el caso del escándalo de Vitaldent, los chavales, los estomatólogos que trabajan ahí no tienen ninguna culpa. Quienes lo van a pagar serán las franquicias. De todas formas, las financieras no están por la labor de perder a ese gran número de gente que están financiando. Este tipo de cosas hacen daño a la profesión, pero también hará que se vuelva a tu dentista de confianza, como pasa con los ginecólogos u otras especialidades. De todas formas, esto sigue funcionando mucho porque el boca a boca. La confianza entre el paciente, no cliente, y su médico es fundamental. A mi me tienen venido a la consulta incluso a llorar buscando consuelo.

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