Como no podía ser de otra manera la actualidad política, en clave local, volvió a jugar un papel destacado en la despedida del Entroido ayer en la capital dezana. En esta ocasión el vuelco en las urnas del pasado mayo puso en bandeja la temática para la quema del Meco. Una particular patrulla de cazafantasmas, integrada por los portavoces de las cuatro fuerzas políticas que conforman el gobierno lalinense, unían sus 'armas' para dar caza a un gigantesco fantasma llamado Crispín. La obra realizada este año por el artista afincado en Lalín, Javier Hita, había cuidado los pequeños detalles pese a que su destino sería terminar pasto de las llamas.

Pasadas las nueve de la noche, los "fieles" se daban cita, como marca ya la tradición, en el barrio de la Cacharela. Un tentempié a base de empanada y pizza de torreznos y algún refrigerio junto a la Panadería Nercellas servía como previa antes de iniciar la procesión por las principales calles. Las chocas de dos cacharelos anunciaron el comienzo del recorrido. Tras ellos la figura del Santo Torrisco de Siracusa lucía engalanado, como ya hizo el año pasado y en otras ocasiones, con una pancarta de la plataforma Salvemos Catasós en su peana. La percusión de un tamboril y unas conchas marcó el compás al inicio de la procesión. Poco después se uniría también el son de la gaita y los lamentos por despedir el Entroido. Ya en la Praza da Igrexa, el más de medio centenar de asistentes, entre los que figuraba también algunos de los protagonistas, como el alcalde, Rafael Cuiña, o la edil Lara Rodríguez, entonaría por última vez este año las coplas de Santo Torrisco para dar ya paso a la quema del Meco. Una traca inició el fuego en las cuatro figuras que en pocos minutos fueron devoradas por las llamas.