Lo que es feo para unos, puede ser de los más fashion para otros. La moda cambia a un ritmo vertiginoso y prendas que otrora ofrecían un look a la última ahora rivalizan con el antipolillas para saber quién sale antes del armario. Esos jerséis difíciles de mirar que todo el mundo esconde en su vestidor tuvieron este fin de semana en A Estrada una oportunidad. Y es que, la Noche del jersey feo, organizada por Argentinos Burguer, permitió a muchos estradenses salir a cenar sin necesidad de detenerse ni medio segundo ante el espejo.

Una treintena de personas se animó a presentarse en el local con el jersey que heredó, que un mal día vio hermoso o que alguien le tejió con mucho amor y poca maña. El caso es que estas prendas se convirtieron en la indumentaria perfecta para una fiesta desenfadada y con un punto tan hortera como cómico.

Entre los aspirantes se escogió al jersey más feo de A Estrada en la categoría masculina y femenina. En la primera se impuso un diseño con fondo negro y estampado con cuello alto. Entre las chicas hubo empate entre dos modelos poco discretos. El ganador entre los chicos se llevó un gorro con orejeras para completar su outfit, mientras que las ganadoras se repartieron un gorro de lana con forma de berenjena y un Mr Potato al que le crece césped en la cabeza cuando se le echa agua.

La organización se reservó también premios para quienes no se trabajaron la indumentaria de la noche, es decir, para aquellos que acudieron con un jersey que no era lo suficientemente feo. Los agraciados se llevaron una cuchara de madera por si intento de pasárselo bien pero sin ir excesivamente feos para un viernes noche.

La velada contó con una sesión de DJ con música calificada como "hortera" , con sesión de bingo y divertidos concursos. Entre los premios se citan artículos tan apreciados como una funda de lana para el váter, unos calcetines gordos para andar cómodamente por casa y con suela de goma o hasta un juego de mini golf del que disfrutar en el cuarto de baño.

La apuesta de Argentinos Burguer por pasar una noche divertida con sus clientes permitió a aquellos que salieron de casa sin ser esclavos de la moda -al menos de la actual- tener ciertos beneficios. Quienes acudieron a cenar luciendo un jersey feo tuvieron las cañas a un euro, las copas a tres y cartones para un divertido bingo. Desfilar por esta pasarela les salió rentable.