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Joaquín Pulleiro Oro: "Muchas veces desearíamos no tener tanto patrimonio, porque es muy caro mantenerlo"

"Conocí la Fundación Española de la Tartamudez, y me sentí recuperado en la autoestima con mi problema"

Joaquín Pulleiro posa dentro del convento de San Francisco, en Santiago de Compostela. // Bernabé

Representa un curioso caso de superación personal en el seno de la Iglesia. El agoladense Joaquín Pulleiro es el protagonista de una hermosa historia dentro de la Orden Franciscana, donde ingresó muy joven y, después de pasar por distintos oficios, se ha convertido en el responsable de las finanzas franciscanas de una vasta región eclesiástica que abarca las comunidades de Galicia y Castilla y León. Además, es el delegado para Galicia de la Fundación Española para la Tartamudez.

-¿Cómo es que se ha ordenado a los 68 años de edad?

-De fraile llevo ya la friolera de 53 años, y entré en el convento con un problema, que era la tartamudez. Cuando entré me dirigieron para ser hermano y no sacerdote. Entonces, estando allí mostré interés en formarme. Hice todo el Bachillerato y otros cursos de contabilidad. Los hermanos tenemos que dedicarnos a labores de las que están liberados los sacerdotes. Tuve muchos oficios, empecé de zapatero, también de sastre, de cocinero, de hortelano y de recepcionista del convento. Conocí la Fundación Española de la Tartamudez, y me sentí recuperado en la autoestima con mi problema porque me horrorizaba hablar en público. Estando cómodo y relajado no iba con lo religioso, porque la vida religiosa nos pide comprometernos más. El paso siguiente era ser primero diácono, lo propuse y los superiores no pusieron problema ninguno. Al cabo de un par de años, me sentí algo limitado en mi trabajo porque necesitaba de la presencia de un sacerdote a mi lado, y fue cuando me decidí a ser sacerdote. En Roma me autorizaron todos los pasos y aquí estamos.

-¿Por qué la Orden Franciscana?

-Estuve en una orden en Palencia, pero allí me echaron por tartamudo. Eso sucedió cuando tenía 13 años. Con 15 años vine para el convento franciscano. En los franciscanos he recibido un apoyo total, y por eso he decidido estar con ellos. Me aceptaron y me encuentro muy feliz porque encontré el punto correcto de mi vocación. El espíritu de San Francisco nos marca mucho, nos hace muy llanos y muy apegados al pueblo y a la gente sencilla. Nosotros no tratamos de ser especiales, simplemente ser normales y estar cercanos al pueblo.

-¿Conoce algún caso parecido al suyo dentro de la Iglesia?

-Hay sacerdotes que sí han pasado por lo mismo que yo, incluso viudos que optan por ordenarse. Sé que hay gente que lo hace. Puede parecer raro, pero llega el momento y te sientes animado, y sientes pena de no haberlo hecho antes. El muro lo había levantado yo mismo. Ahora soy el delegado para Galicia de la Fundación Española de la Tartamudez, lo que es un honor.

-¿La tartamudez se supera?

-Se puede superar, pero no curar. Entra en la personalidad del individuo, y te acompañará toda tu vida. El problema es levantar un muro con ella y no dar superado psicológicamente todo eso. Si no eres capaz de superar ese defecto te puede arruinar la vida. En la fundación tratamos de inculcar a la sociedad de que la tartamudez es una forma distinta de hablar y que asuma que es tan válido como el del que habla con fluidez. Todo tiene que partir de dentro de ti hacia afuera.

-¿Cuál es el estado de salud de los franciscanos del norte español?

-Nosotros somos hormiguitas y vivimos el día a día. Administramos lo que nos dan y lo que vamos consiguiendo para sobrevivir. Nuestra administración es muy minuciosa y nunca gastamos más de lo que ingresamos. Mi responsabilidad es grande porque tienes al cargo una serie de casas y debes valorar mucho las inversiones. Muchas veces, desearíamos no tener tanto patrimonio, porque se gasta mucho en mantenerlo. Ahora somos los restauradores y mantenedores de esos edificios. En algunos sólo somos usufructuarios, como el que está en Santiago de Compostela, que es un edificio de una fundación.

-¿Le gustaría poder ser párroco en su tierra natal de Agolada una vez que alcance la jubilación?

-Jubilado ya estoy. Y lo nuestro no es ser párroco. Si el obispo nos lo pide lo hacemos, como pasa en sitios como Vigo, A Coruña, Louro y O Cebreiro. Yo estoy para lo que me mandan. En Agolada apenas estuve porque me fui muy joven. Además, yo pertenezco a la diócesis de Santiago y Sexo, a la de Lugo.

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