En una caminata por el pasado, remoto y reciente, de Lalín se convirtió la tercera edición de las rutas saludables que organiza el Concello y que congregó ayer a más de un centenar de personas. Durante cuatro horas, los caminantes pudieron disfrutar de los paisajes que rodean a las aldeas de Carballude, Valiñas u O Requeixo, por ejemplo, y de lugares cargados de significación histórica, como pazos, castros o la antigua central hidroeléctrica del río Asneiro que dio servicio por primera vez a la localidad de Lalín.

Participantes en la ruta destacan la limpieza y señalización llevada a cabo por el Concello de Lalín con la inestimable ayuda de colaboradores como Antonio Presas o José Luis Rodríguez Jácome, que "hacen el trabajo duro y que no se ve, pero sin el cual habría sido imposible encontrar caminos limpios, perfectamente señalizados y sin ningún peligro", en palabras de un vecino de Agolada. Entre los caminantes también estuvo el edil de Deportes, Nicolás González Casares, impulsor de la puesta en valor de estas rutas como gran aficionado al deporte, la naturaleza y el patrimonio.

La concentración inicial tuvo lugar, como de costumbre, en la Praza da Igrexa de Lalín, desde donde los roteiros partieron hacia el Paseo do Pontiñas, primer punto de interés. La caminata discurrió a lo largo de once quilómetros -existe la opción de alargarla hasta los 16- por distintos parajes de las parroquias Donsión, Botos y Donramiro, además del tramo inicial por Lalín.

La vieja central, el molino de Batán o los restos de un antiguo puente fueron algunos de los enclaves que más llamaron la atención hasta llegar al Castro de Sestelo. Allí, el profesor y geógrafo Antonio Presas dio una cumplida información a los presentes acerca de la historia, conservación y trascencencia del yacimiento arqueológico. El regreso en autobús desde Botos llevó a los participantes hasta el Pazo de Filgueiroa, cargado de historia y referencias a la familia del insigne científico Ramón María Aller Ulloa. El conjunto histórico de Donramiro y el palacete conocido como Casa da Crespa -de la que solo pudieron contemplar la restaurada calesa y su magnífica balconada- fueron las últimas paradas de una caminata que discurrió por carballeiras, congostras, senderos y caminos.