-Yo recuerdo ir a Bilbao, romper la culata, y poner un bidón de 200 litros de agua en la baca y con una goma echándole hasta llegar al destino. En un viaje a Andorra, que fuimos con dos coches a tope, quemó uno de ellos la junta de la culata y la tuvimos que cambiar en Burgo de Osma con un frío terrible y de noche. Los coches ahora son mucho más pijoteros y te dejan tirado por una tontería, pero antes salías de una forma u otra del apuro. A mi siempre me gustó el transporte y viajar, y gracias a Dios nunca tuvimos ningún accidente grave salvo un vuelco de mi hermano en Vitoria, que no pasó nada, y otro en Guntín con un coche vacío después de dejar obreros en Alumina Aluminio. Era el mejor conductor que tenía, que se jubiló hace ahora seis años, estuvo grave pero lo pudo contar.