-¿Qué supuso para usted la labor desempañada en Deza durante casi tres décadas?
-Profesionalmente tengo que decir que fue una etapa extraordinaria. En el ámbito social te puedo decir que todavía mantengo muy buenas amistades en la zona, y que cada vez que voy por allí tengo la obligación de llevar ostras.
-Supongo que el Lalín que conoció cuando llegó por vez primera se parece poco al actual...
-En aquel momento se estaba despegando tanto política como socialmente, y el rural empezó a crecer con la llegada del Iryda y Unión Fenosa. Cuando yo llegué a Lalín en la década de los 70 estaban sin luz Pardesoa y Porcallos, lugares a los que les dimos suministro al año de llegar yo a mi puesto en la empresa.
-¿La gente valoraba realmente lo que suponía para ellos la llegada de la electricidad a sus casas?
-Por mi experiencia te puedo contar que la gente es muy inteligente. Si recuerdo que en aquellos años me hacía mucha gracia encontrar viviendas en Pardesoa y en Porcallos con electrodomésticos que no podían usar. Eso te da una idea de lo inteligente que es a veces el pueblo a la hora de anticiparse a los acontecimientos. Como te contaba antes, con la llegada de Fenosa a estos sitios, no sólo de Lalín si no en otros puntos de la comarca dezana salvo Silleda, territorio de la Hidroeléctrica de Silleda que todavía existe, muchas casas pudieron contar con una potencial eléctrico suficiente para poder utilizar los aparatos del domicilio pero también las máquinas que ya empezaban a aparecer en las explotaciones ganaderas.
-Debió de ser una jornada muy especial el día de la puesta en marcha de la línea, ¿no?
-Recuerdo que estaba Cuiña de alcalde cuando se inauguró la electrificación de los dos lugares de Lalín. Fue algo histórico porque vinieron miembros del ministerio e incluso trajimos a un grupo de gaitas que tenía entonces la propia Unión Fenosa. Sin duda fue una jornada muy emotiva.
