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El hombre que susurra a los caballos

El artista Vilaverde devuelve a la escultura de los caballos, que recuerda la tradición de la Rapa das Bestas, las orejas y el rabo que les rompieron

El escultor Manuel Vilaverde, ayer, restaurando la pieza que creó en el año 2000. // Bernabé/Javier Lalín

El escultor Manuel Vilaverde los creó en el año 2000. Pesan más de 3.000 kilos y encarnan en su cuerpo de piedra una de las tradiciones más arraigadas de A Estrada. Sin embargo, los vándalos no mostraron mucho respeto por la escultura bautizada como Rapa das Bestas y se ensañaron en varias ocasiones con las orejas y el rabo de los dos caballos que, levantados sobre sus patas traseras cual garañones de Sabucedo, integran la pieza. Vilaverde volvió ayer sobre su obra, volviendo a hacer que sea posible susurrar al oído de estos caballos.

La escultura fue elaborada, recordó el artista, en piedra del país tostada, un granito fino que a duras penas podría seguir resistiendo los ataques a esta obra de arte por parte de quien, a buen seguro, apartaría pronto de su mente la idea de subirse a conocidas esculturas emplazadas en cualquier otra ciudad. El propio Vilaverde consideró una falta de respeto las acciones vandálicas de las que fueron objeto estos caballos, situados en a escasa distancia de A Farola, en la Praza de Galicia. "Que la gente se haga fotos es una cosa y otra es que te cuelgues y la rompas", afirmó.

Esta es la primera vez que el autor de esta pieza afronta su restauración, si bien la escultura muestra señales de intervenciones anteriores. En la jornada de ayer le colocó las cuatro orejas que habían sido arrancadas de las cabezas de los dos équidos y también un trozo de la cola de uno de ellos. Sus herramientas dieron también otros retoques a la nariz de uno de los caballos y a parte de las crines. Además, el artista sometió a la escultura a una importante limpieza, aplicándole un tratamiento para prevenir la afección por hongos, algas o líquenes. Con todo ello, la obra quedó limpia y como nueva.

Sin embargo, Vilaverde insiste en la fragilidad de la misma, subrayando que la piedra se encuentra bastante dañada por los frecuentes usos impropios, dudando que pueda sobreponerse como lo ha hecho ahora a un ataque vandálico como el último que sufrió. "Es cosa de todos, algo que pagamos todos", recordó el artista, procedente de la parroquia estradense de Arca.

Él fue el escultor escogido hace más de una década para tallar en piedra un símbolo de la tradición de la Rapa das Bestas. El encargo fue realizado por el Concello de A Estrada, con el objetivo de regalar esta obra de arte al ayuntamiento gaditano de San Fernando, durante la celebración de unas jornadas de hermanamiento que se programaba a comienzos de la pasada década. La pretensión era colocar esta escultura en una calle bautizada con el nombre de A Estrada en este enclave de Cádiz, donde reside una importante colonia de estradenses.

Sin embargo, a finales de 2001 el Concello tomó la determinación de situar en la isleta de la Praza de Galicia la escultura ecuestre destinada a San Fernando, después de que se desinflase el interés de las autoridades del ayuntamiento gaditano por el hermanamiento con el municipio estradense. El paso del tiempo puso de manifiesto que San Fernando no apostaba finalmente por estrechar lazos. Fue entonces cuando la estatua se quedó en A Estrada para testimoniar el arraigo de la Rapa das Bestas.

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