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Emilio Araúxo: "No es posible una enseñanza si no hay un profesor que con su voz transmita un saber"

"El padre, nos guste o no, murió como figura clásica, aunque aún se usa en clave positiva y provechosa"

El filósofo Emilio Araúxo, en su vivienda de Lalín. // Bernabé/Luismy

Lleva jubilado un tiempo pero todavía se le ilumina la mirada cuando habla de su etapa como profesor en Lalín. Junto a ello, el Entroido es otra de sus grandes pasiones, a la que dedica buena parte de su tiempo e incluso su dinero, publicando pequeños y deliciosos libros firmados por personalidades de la cultura contemporánea de otras partes de España, Francia o Suecia, entre otros. Es un placer y, sobre todo, un privilegio poder hablar con Emilio Araúxo Iglesias. Escritor, etnógrafo, editor y traductor, habla como un libro abierto y lo hace con la sencillez del que está de vuelta de casi todo.

-Como profesor jubilado, ¿qué ha sido para usted la docencia?

-Siempre me preocupó mucho el tema de la enseñanza. En ese sentido, acompañé mi labor profesional con lecturas permanentes y continuadas sobre teoría de la pedagogía porque pretendí estar siempre al día. De los libros que más me marcaron en este campo fue el de Jean-Claude Milner, un lingüista y filósofo, en el que pone su contribución particular en la preocupación sobre en la enseñanza en todo lo que es la base psicoanalítica. Viene a decir que al alumno hay que considerarlo desde un concepto de "sujeto". Va un poco en contra de ciertas modas actuales de proximidad excesiva entre alumno y profesor. También defiende otra discontinuidad entre escuela y familia. Milner dice que si hay una excesiva vinculación entre la escuela y la familia, el alumno tendrá la impresión de que está como tutelado en exceso y de que la escuela es una continuación de la familia, pero eso le impide una maduración correcta.

-¿Considera que hoy en día se ha perdido aquella autoridad que hace un tiempo mantenían los profesores y maestros?

-Todo esto es muy amplio, tanto que nos lleva a lo que los psicoanalistas llaman la época del declive de la figura paterna. El padre, nos guste o no, murió como figura clásica, como el "pater familias"... Eso desapareció. No quiero decir que no haya aún un uso de ese concepto en clave positiva y provechosa pero digamos que la figura clásica del padre ha desaparecido.

-¿Y la del maestro?

-Hoy vivimos en la tensión entre esa figura del maestro que carece de perfil, el de las nuevas tecnologías, donde ya no existe como voz transmisora de un saber, pero si pensamos que no existe más saber que el oral, que viene de una voz proferida, no hay enseñanza. Yo pienso que no es posible una enseñanza si no hay un profesor que con su voz transmita un saber. Toda tecnología se debe siempre un recurso pero, insisto, nunca debe suplir a la figura del maestro como voz que transmite un saber.

-¿Cree que las nuevas generaciones son conscientes de este proceso de decadencia?

-Pienso que, por desgracia, hay una especie de inercia porque están asediados por cursillos y viven en una especie de nerviosismo y de estrés por estar a la última en las nuevas tecnologías. Personalmente, echo en falta una formación psicoanalítica, y eso es muy grave para nuestro país. Que en la escuela apenas se les habla de ello y en la universidad no hay presencia.

-¿En qué sentido?

-Por ejemplo, hablemos de Europa, de los Estados Unidos o incluso de algunos países de América como Argentina, donde hay una presencia del psicoanálisis enorme y masiva. Hasta el punto de que la gente está como embebida en la propia categoricidad psicoanalítica. En Galicia hay una carencia muy grande de todo ello. Hay, eso sí, una presencia psicoanalítica que va poco a poco, a paso de lobo, creciendo, muy despacio. Así que, como te decía, echo en falta que hoy en el discurso pedagógico de Galicia no pese más el psicoanálisis de lo que lo hace. Por eso digo que la figura del maestro está desapareciendo. Mi mujer, por ejemplo, está en Primaria y yo veo que el profesor no es nadie más que alguien que aprieta un botón y sólo eso. Para mí es lamentable.

-¿Cuáles son para usted sus principios pedagógicos?

-Uno de ellos es que toda enseñanza es oral, que implica una voz, la de un maestro. Si falta esto no hay enseñanza, como digo. Promover el pensamiento actual de que un alumno puede formarse delante de un pantalla por sí solo es un desastre y para mi un gran atraso.

-Estamos pues ante una mala calidad de la enseñanza de seguir así, ¿no le parece?

-Sin duda alguna. Un efecto inmediato masivo y terrible es el tema de la socialización. Hoy no hay interrelación y uno se encuentra en una relación especular. Me parece un poco limitado porque parece que uno aún no salió del complejo de Edipo. Digamos que solapan un aspecto en detrimentos de otros que hay que se deberían de guardar y que hay que mantener.

-¿Estamos a tiempo de solucionar un problema como este?

-Yo pienso que la mayor presencia del psicoanálisis en la sociedad facilitará una mayor sensibilidad a este tipo de cuestiones. Si el discurso actual pedagógico está infiltrado y cohabitado por el psicoanálisis se podrían corregir muchos de estos problemas. Estoy convencido de que puede ser así.

-¿Por qué se muestra tan partidario del psicoanálisis incluso en tareas pedagógicas?

-Una famosa lingüista y psicoanalista decía que la libertad personal pasa por una experiencia de psicoanálisis. No entendida como cura sino que uno realmente se libera de los complejos y las herencias infantiles a través de un psicoanálisis. Yo, personalmente, tenía una enorme reticencia sobre el psicoanálisis ante de psicoanalizarme. Pensaba que una vez, de algún modo, conseguía una mayor luz sobre mi es como si perdiese mi misterio personal. Ese era mi miedo. Realmente, ahora pienso que es exactamente lo contrario porque yo tuve una buena experiencia.

-Sin embargo, no todo el mundo lo vive de igual forma.

-No es una experiencia en la que te vas a encontrar en una situación de felicidad continúa ni mucho menos. Al contrario, yo en algunas sesiones terminé llorando o saliendo a la calle con las piernas temblando porque tocas cuestiones tan íntimas y difíciles de verbalizar que es inevitable que te pueda pasar algo así. Cuando sacas a la luz cosas que a lo mejor no querías recordar, eso te lleva a una angustia grandísima, por supuesto.

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