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Manuel Ángel Souto Quián: "Crespo se enfada y se le pasa al momento; pero a Cuiña tardaba más en pasarle"

"Cuando me decían que iba a las aldeas porque estaban cerca elecciones les contestaba que no soy político"

Manuel Ángel Souto asegura tener muchos amigos en el Concello de Lalín. // Bernabé/Gutier

Su trabajo es uno de los que más conecta la labor municipal con los vecinos. Manuel Ángel Souto habla de él con cariño porque conserva más gratos recuerdos que amargos de su paso por el departamento de Obras de Lalín. El pasado mes de mayo se jubiló de manera definitiva tras llevar toda una vida recorriendo el rural lalinense primero como operario y, después, como capataz interino y titular del municipio. Presume de contar con muchos amigos gracias a su tarea profesional, y es que parece fácil convertirse en amigo suyo.

-¿Cómo recuerda sus primeros años trabajando para el Concello?

-Entonces hacías todo lo que te mandaban porque entré de operario de servicios. El primer año estuve en la piscina, después estuve con un pisón para las pistas y luego en la depuradora, donde estuve unos cinco años hasta su privatización. De interino estuve un tiempo, hice la oposición y ya me hice capataz.

-Habiendo tantas parroquias que recorrer, ¿era un trabajo complicado de realizar?

-Cuando llevas muchos años en el mismo puesto, quieras que no, no se te hace demasiado pesado porque se convierte en una rutina hasta llevadera y todo. Claro que se trata de 52 parroquias y yo, por ejemplo, tenía encima las elecciones y hubo fechas en las que tuvimos más de veinte personas. Sin embargo, Lalín es uno de los ayuntamientos que menos personal tiene. Nos arreglábamos con la gente que teníamos porque no nos quedaba otra.

-¿Cuál fue el trabajo más ingrato que le tocó llevar a cabo?

-La verdad es que yo nunca le encontré problema a ningún trabajo de los que me encargaron. Hombre, cuando vienen las fiestas o la Feira do Cocido siempre se te acumula el trabajo, pero el resto es una rutina de cada día.

-Usted trabajó con dos alcaldes de Lalín: Xosé Cuiña y José Crespo. ¿Con cuál de los dos se trabajaba mejor en su departamento?

-Me llevaba bien con los dos por igual. Cuiña y yo fuimos juntos al colegio de pequeños, era nueve meses más joven que yo. Y Crespo ya era amigo mío antes de ser político y alcalde de Lalín. Cuando estaba Cuiña de alcalde yo tenía otro capataz y con Crespo me tocó estar más en contacto porque ya era capataz municipal, y tienes que tomar otras decisiones que cuando estás de interino o eres un simple operario municipal. Para mi, los dos en ese aspecto están a la misma altura como alcaldes.

-Pero me imagino que cada uno tendría su manera personal de llevar los asuntos, ¿no?

-Crespo se enfada y se le pasa al momento, pero a Cuiña se le pasaba más tarde. Puedo presumir de que José Crespo jamás en la vida me llamó la atención en el trabajo. Y Cuiña tampoco. Recuerdo una anécdota que me pasó con Cuiña, que me mandó a un policía local para buscarme porque tenía que hablar conmigo de un asunto, cuando aún no era todavía capataz llevaba casi siempre el tema de las aldeas. Eran cerca de las dos y estaba comiendo, y le dije al municipal que le dijera que yo comía de una a tres y que, después, iría a donde me mandaba. Nunca me dijo ni pío sobre el tema. Es más, me lo encontré unos días después y me dijo que ya había arreglado con Camilo.

-¿Los vecinos tanto del casco urbano como del rural valoran el trabajo del departamento de Obras?

-Hombre, hay de todo, pero yo creo que sí. Alguno había que te decía que estabas allí porque estaban cerca las elecciones y te lo echaban en cara pero eso era una tontería porque la gente no debería hablar tanto, en una palabra. Cuando me lo comentaban yo siempre les decía que yo no era político y que yo iba cuando me mandaban, y punto. Yo, como capataz, iba a donde me mandaban y hacía lo que me decían, sin más.

-Supongo que tampoco todo lo que le mandaban era fácil de llevar a cabo, ¿no?

-Estuve, también, de bombero porque cuando estaba Couto de capataz, él y yo éramos los bomberos del municipio. Recuerdo que estuvimos en la extinción del fuego del edificio de Santoro e incluso íbamos a otros municipios como Silleda porque por entonces no había nada parecido. Por ejemplo, a Couto le gustaba el tema de las funerarias cuando había algún fallecido. Eso sí que era desagradable pero, como pasaba con los incendios, terminas por acostumbrarte. Gracias a Dios nunca tuve ningún accidente ni ningún problema parecido. Bueno, sí me caí de una escalera en una ocasión desde unos 14 metros de alto. Fue en la entrada del campo de la feria cuando iban a venir a tocar los Ronaldos, creo recordar, y estábamos colocando una pancarta. Se me escapó la escalera y me caí desde tan arriba y me caí sobre el cemento, pero no me pasó nada más que unas puntadas en las encías. La verdad es que tuve mucha suerte porque pudo haber sido mucho peor.

-¿Cómo lleva lo de estar jubilado y haber dejado el trabajo?

-Muy bien. Le tenía miedo cuando me jubilé porque había gente que me decía que qué iba a hacer ahora. Pero en casa tengo una huerta con la que me entretengo. Además, sólo hace unos cuatro meses que me fui. Yo no soy de los que vuelven al trabajo para ver cómo les va. No soy partidario de eso porque el que ahora está en el sitio, si le vas por allí, se pude sentir incómodo con tu presencia. Eso sí, yo les dije que si quieren algo que me llamen porque yo estoy aquí para lo que haga falta, pero del resto nada más porque no me parece correcto hacerlo.

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