La Sociedad de Hijos del Partido de Lalín en Buenos Aires inauguró en Lalín, el 1 de septiembre de 1924, la Escuela Hospital-Asilo, un centro de educación primaria que al año siguiente ya contaba con una matrícula de 70 alumnos. Se contrató como director y profesor de la escuela al joven pedagogo Hernán Poza Juncal, miembro de una familia pontevedresa republicana, liberal y laicista. Poza fue también el fundador en Hostabich (Gerona) del colegio al aire libre Nuestra Escuela, además de profesor de la Residencia de Estudiantes Normalistas de Barcelona y director de la Escuela Nueva de Pontevedra. Tuvo que exiliarse a los Estados Unidos después de la Guerra Civil, donde impartió clases en el Brooklyn College de Nueva York y dirigió una academia de lengua. Poza trajo a Lalín un soplo de modernidad pedagógica. Las clases eran impartidas por el propio director y por Braulio Brandido, que acabó renunciando por incompatibilidad y discrepancias con Poza, y fue sustituido por el culto profesor pontevedrés Jesús Ferro Pesqueira.

El trabajo en la escuela consistía en que los maestros llevaban un diario de clase, donde registraban los momentos más importantes de la vida escolar; recogiendo aquellas observaciones de índole psicológica que sirvieran para el tratamiento pedagógico de cada niño. Cada educando escribía su diario de clase, en el que transcribía concisamente la labor diaria realizada en la escuela. Este diario sustituía ventajosamente al libro y obligaba a los niños a repasar en casa lo explicado por el Profesor por tener que poner en limpio las notas escolares. Servía de ejercicio caligráfico y de redacción, despertaba la atención y era en cada momento un medio informativo para el padre que se preocupaba de la escuela y de sus hijos. Estos diarios eran calificados diariamente por el Profesor. Otro documento era la libreta de vacaciones, que obligaba al niño a la recapacitación y la síntesis en los días de holganza. Finalmente las libretas de examen, que daba idea de si era correcto el procedimiento empleado y además servía para controlar la labor de los alumnos y los Maestros.

Expulsión por falta a clase

La asistencia a clase era obligatoria, "ya que sin una asistencia a clase regular no hay una labor escolar fecunda". Para ello se sentó el principio de no admitir a niños cuyos padres no garantizasen que se abstendrían de ocupar a los niños en deberes caseros a las horas de la escuela; bien entendido que serían expulsados aquellos que durante un mes tuvieran más de cinco faltas no justificadas, excepto en caso de enfermedad. Tanto como el estado fisiológico les preocupaba el psíquico, consideraban que era poco eficaz el trabajo escolar que no moviese al niño a posponer todos los atractivos de la vida diaria de su casa o calle por los de la escuela.

Existía la Sociedad Infantil Escolar y otras instituciones anexas a la escuela. Estas instituciones estaban dirigidas y administradas por los propios niños y cuyas "simpáticas y respetables autoridades" constituían el gobierno de la escuela, donde los muchachos se acostumbraban al gobierno de sus cosas, elaborando su conciencia cívica para ser mañana buenos ciudadanos. La Sociedad tenía su reglamento, cuyos fines eran organizar excursiones de carácter instructivo y deportivo; adquirir libros y revistas para formar una biblioteca con destino a los asociados; organizar equipos de deportes y juegos colectivos; celebrar conferencias instructivas y morales; organizar la ayuda mutua entre los asociados y en la forma y medida que permitan los recursos de la asociación y practicar el bien desinteresadamente.

Funcionaba una institución democrática, la Institución del Jurado Infantil. De un gran valor pedagógico, era un excepcional elemento para contribuir a la educación cívica. Fue una creación original, mediante la cual unos alumnos, juzgando las faltas de los otros, se daban cabal conocimiento de ellas, con lo que esta iniciativa era una rémora para que no se volvieran a cometer. Servía para intensificar la labor social y educativa sin merma por ello de la efectividad disciplinaria.

Se creó una biblioteca escolar circulante, para la que se pidieron donaciones a instituciones particulares, para adquirir libros y revistas con destino a los asociados. Contribuyeron con donativos en metálico y libros varias personalidades, así como varias casas editoriales. Se solicitó a Ramón Aller un plano para el armario-biblioteca.

Tenía la escuela una Sociedad Deportiva para organizar equipos de deportes y juegos colectivos, ya que consideraban que el deporte, además de vigorizar las energías físicas de los niños, contribuía al desarrollo de sus facultades mentales, porque fatigándose no les quedaba tiempo para que la naturaleza holgada pensase en el vicio. Se celebraban conferencias instructivas y morales, impartidas por Otero Pedrayo, Vicente Risco o Bautista Andrade.

El 23 de junio de 1927, con motivo de la llegada del aviador Loriga a Lalín, la junta directiva acordó dirigirse a él personalmente, nombrándole presidente honorario de La Infantil Escuela por tratarse de un hijo del pueblo y un héroe que realizó una hazaña difícil y peligrosa. El nombramiento fue aceptado por el glorioso aviador. Veintitrés niños de los más adelantados de la escuela visitaron el campo de aterrizaje del biplano que pilotó Loriga en su raid Madrid-Lalín. El piloto Tomás Entrena dio a los niños una detallada explicación de la construcción y funcionamiento del aeroplano. Con este motivo de la llegada de Loriga, FARO insertó varios fotograbados relacionados con la escuela.

Otra de las actividades del centro educativo eran las excursiones. Los niños sobre las mismas hacían sus propias notas con sencillez, con soltura y gracia, en las que se recalcaba siempre el amor a la tierra madre, la admiración por el paisaje y la curiosidad por conocer el mundo incomparable de la flora y la fauna. Estas notas contenían un valor inestimable de observación y de belleza. Hicieron excursiones a Botos, Soutolongo, Donfreán, Silleda y A Estrada, así como a Pontevedra y a Marín.

Se creó un jardín y un huerto escolar con apoyo de José López Otero, fundador de los Jardines Escolares en Galicia. Todos los años se celebraba la Fiesta del Árbol, se efectuaban las plantaciones por los niños días antes de la fiesta, en que cada uno leía la promesa que hacía a su árbol, pasando así los educandos a ser los verdaderos actores de la solemnidad.

Un hecho importante era la asistencia médica en la escuela. El doctor Salvador Madriñán, con sus valiosos conocimientos en materia médico-pedagógica, colaboraba en la confección de la ficha escolar, que era el punto de partida para el tratamiento psicológico y metodológico de los niños.