Acerca de la fundación de esta capilla solamente se saben algunos datos referidos por la tradición, según la cual a últimos del siglo VIII, vivió un ermitaño llamado Luisón, devoto ferviente de la Virgen María, cuya devoción y culto predicaba y fomentaba por toda la comarca.

Habiendo muerto el ermitaño de edad muy avanzada y conservándose su cuerpo incorrupto en la choza, los vecinos lo veneraban como santo y determinaron honrar su memoria edificando una capilla en el mismo sitio, bajo la advocación de San Adrián y desde entonces el lugar fue llamado con el nombre de "Corpiño", en memoria del cuerpo del ermitaño y lo mismo se llamó a toda la montaña, que correspondía a la parroquia de San Pedro de Losón.

Cuando tuvo lugar la invasión de las tropas de Almanzor los cristianos huyeron de estas tierras, desapareció el cuerpo del santo y la capilla fue destruida y quedó abandonada a merced de la maleza. Pero el 23 junio de 1191, grandes nubarrones en forma de castillos de fuego rodearon por completo el horizonte y ocultaron la luz del sol anticipando la noche a los vecinos de aquellos contornos. Unos niños pastores que se hallaban en el monte, aterrados de miedo por los relámpagos y los truenos, buscaron a tientas donde guarecerse de la lluvia, entraron en la arruinada capilla del "Corpiño" lugar que escogían a menudo para sus juegos infantiles. Movidos por la curiosidad registraron aquellas ruinas en sus ansias de conocer de donde procedía aquella claridad y vieron una imagen de la Virgen con el niño Jesús en el brazo izquierdo y un ramillete de flores en la mano derecha, pasaron gran parte de la noche contemplando aquella imagen risueña que les atraía por la dulzura de su mirada y les hacía sentir un bienestar indescriptible, hasta que los padres que habían visto llegar los ganados a sus casas, temerosos de su muerte salieron en su busca hallándoles muy contentos al pié de aquellas ruinas.

Al otro día, desoyendo las prevenciones de sus familias, concurrieron al mismo sitio a prestar adoración a la Virgen; no pudiendo sus familiares comprender, determinaron prestar atención a sus relatos y entre otros a los de dos niñas, una de la casa de Abraldés y otra del Portillo del Carrio que decían "que en el mismo monte y sitio hemos visto nosotros a una señora y nos habló con mucho cariño diciéndonos que hiciésemos la señal de la cruz", tampoco esta vez merecieron fe sus explicaciones y creyendo ser todo subterfugios y mentiras les azotaron cruelmente.

Esta vez determinaron seguirlos y una vez allí quedaron atónitos de los vivos resplandores que saliendo de la cabaña del ermitaño. Por el camino, unos opinaban que debían divulgar lo que habían visto, otros por el contrario, creían más acertado repetir las observaciones y cerciorarse bien del caso antes de exponerse a las burlas que provocaría la incredulidad de sus convecinos. Esta última opinión fue la que prevaleció. Esta vez no titubearon en ponerlo en conocimiento de los demás vecinos para que emitieran su dictamen acerca de lo que convenía hacer en este caso; pero más de una vez estos no los creyeron y suponían que sin duda estaban engañados o que habían padecido alguna alucinación; al fin, determinaron, acompañarlos por el día al lugar de la aparición y registrarlo todo. Así lo hicieron al día siguiente sin resultado alguno, llegando por este motivo a desconfiar de la veracidad de aquellos, dando lugar a enemistades, pero pronto cesaron estas en vista de la constante aparición de los resplandores en el lugar indicado y por fin ya no dudaron los vecinos de que todo aquello era obra de Dios y que aquella Señora que solo veían los pastorcillos era la Virgen.

Pusieron todo en conocimiento del párroco que tampoco creía en aquella aparición y por tanto reunió a feligreses de la parroquia, entre ellos a una anciana que tenía fama de muy devota la cual después de recibir la sagrada Eucaristía se fue a la ermita y haciendo oración se le apareció la Virgen. En esta ocasión el cura en persona y acompañado de un gran gentío (304 personas) "fueron al lugar de la ermita y no han podido ver cosa alguna, teniendo que sufrir muchas vejaciones por esta causa la pobre anciana", a pesar de que el cura tuvo que calmar los ánimos y salir en su defensa.

Los mismos a la noche siguiente subieron a una colina cercana desde donde pudieron observar una vez más las luces y fuegos, que como la zarza de Moisés, ardían sin consumirse. Convocado todo el pueblo a una rogativa, para celebrar tal suceso, que tuvo lugar en la parroquial de Losón, el 24 de junio del año citado, acudieron gentes de la comarca y salieron en procesión solemne de la iglesia a la ermita en la cual tuvo lugar una nueva y última aparición de la Virgen en presencia de todo el pueblo que postrado en tierra prorrumpió en llanto de gratitud y amor a la Virgen y desapareció de la misma manera que había aparecido, haciéndose invisible y confundiéndose con la atmósfera. Mandó el cura, de acuerdo con los vecinos, reproducir la imagen de la aparecida y todos con empeño trabajaron, ya aportando recursos para reedificar la capilla; celebrándose el aniversario de la aparición con la colocación de la imagen, que condujeron procesionalmente, inaugurándose a la vez el santuario.

Este día, se celebró una misa solemne en acción de gracias y se inició una Cofradía que tenía por objeto allegar recursos para conmemorar la aparición de la Virgen y la obligación de confesar y comulgar, en el santuario cada año, como diera ejemplo la anciana y llegaron a ser tantos los cofrades que invertían dos días en la confesión y comunión. Correspondiendo el territorio de la capilla en lo espiritual a Santa Eulalia de Losón, por haberse creado esta parroquia la primera, en el año de 1162 (pues según una inscripción que aún se conserva en la pared de dicha Iglesia de Santa Eulalia de Losón y según los signos en piedra que la contiene dice traducida al castellano: Orad hermanos en el amor de Dios por el alma de Pedro Pescador que fundó esta Iglesia en la era de 1200 (año 1162) y en otro lugar dice: "en trece de marzo de la misma era (1200)", quisieron los vecinos de la primitiva parroquia de San Pedro de Losón trasladar la imagen del Corpiño de la capilla a su Iglesia entablándose con tal motivo un pleito entre los vecinos, de San Pedro y el señorío de Taboada (que es el que presentaba el curato de Santa Eulalia de Losón) en cuyos dominios estaba la capilla; pero aquí también la Virgen dirimió la contienda obrando varios prodigios. El primero, fue que estando determinados a llevarse la imagen para su iglesia los de San Pedro una fuerte tormenta se lo impidió.

Notario

En el año de 1193 repitieron el pleito con testigos para declarar sobre lo anteriormente dicho y todos acompañados de un notario se fueron a la capilla para dar fe de la información abierta referente a la ocupación del territorio de la capilla, juramentados en forma en presencia de la divina imagen y constituido el juzgado en dicho sitio comenzó el interrogatorio y al querer el notario consignar las declaraciones no le fue posible mover la pluma por no tener movimiento en el brazo. Sucedió igualmente con los testigos que no pudieron decir palabra ni articular frase alguna soltándose a llorar, con la vista fija en la imagen, por lo que se vio que querían faltar a la verdad y justicia y la Virgen se lo impidió. Se terminó aquel acto con el acuerdo de todos, quedando las cosas como estaban y obligándose los del Corpiño a la apertura de una puerta lateral hacia el mediodía en la pared de la capilla para que entraran como privilegio, los de la parroquia de San Pedro de Losón, a fin de tener paz en lo sucesivo.

El notario era Diego de la Calzada que hizo voto de escribir esta relación (antes que otra cosa alguna) pudiendo desde aquel momento hacer uso del brazo y quedando los testigos con la lengua libre para hablar. De todo esto dio cuenta Diego de la Calzada ante el procurador del pleito, Ruiz de Mondragón, afirmándose en dicho manuscrito que los documentos originales están en el archivo de Toledo.

Robos de joyas

En otro tiempo, hubo en este Santuario muchas alhajas de oro y plata, que fueron robadas el primero de mayo del año de 1837 por una partida de marinos al mando de un tal Bichilenas. Llevaron todo, incluso el manto de la Virgen y la corona, quedando solo la reliquia, como por milagro, pues estaba a la vista en la sacristía y también desapareció el libro de la fundación.

El Santuario fue de patronato de Carlos Taboada y Rada y luego pasó a su nieto Carlos Taboada y Sangro, conde de la Almina. La fiesta es el 23 y 24 de junio, siendo muy grande la concurrencia de peregrinos, especialmente de mujeres que invocan la protección de la Virgen para sus congénitas dolencias, enfermas de histerismo o del mal "do aire", aunque es continuamente visitado el Santuario todos los días del año. Es pues objeto constante de peregrinación y si alguien falta a ella es por lo que reza la copla popular:

Miña Virxe do Corpiño

este ano alá non vou

que pol-a falta dos cartos

moita xente se quedou

Los romeros al retornar se despiden de la Virgen del Corpiño con la siguiente copla:

Adiós Virxe do Corpiño,

a espalda che vou virando;

inda que a cara vai rindo

o corazón vai chorando.