"La unión hace la fuerza". Este lema centró el sermón de la misa de autopresentación que José Pérez Bértolo pronunció el 14 de diciembre de 1964 ante los feligreses de Soutelo. "Somos un pequeño mundo con nuestras variantes y hay que ponerlas en común", les dijo entonces. Ha pasado casi medio siglo y Don José -como le llaman-sigue fiel a su filosofía. En sus casi 50 años como párroco de Santa María Magdalena, el también cura de Pardesoa, Ventoxo y Folgoso así como actual arcipreste de Montes ha dejado huella en cuestiones de fe pero también de infraestructuras. Por eso, Amigos de Terra de Montes le distinguirá el sábado con su insignia. Emocionado por este reconocimiento a su labor -que él, a quien siempre le "gustó ser muy sencillo", no se esperaba- Don José repasa su vida y los hitos de la parroquia.

A su llegada a Soutelo, tenía la difícil misión de sustituir a Manuel Cacheda, un sacerdote muy querido que se había implicado en la construcción de la actual iglesia soutelana, impulsada por la familia González Penas. El nuevo párroco sorprendió para bien. Era muy sociable, ilusionaba a los niños con su participación en ritos como la escenificación del lavatorio de pies de Jesús a los discípulos en Semana Santa y enseñaba a los feligreses a expresar su fe de viva voz con bellos cánticos religiosos.

Exteriorizaba así la fe que le había inculcado su madre, una mujer muy devota, de misa diaria. Nacido en Santa Mariña de Presqueiras el 24 de agosto de 1934, José Pérez vivió en su aldea hasta los 13 años. Siempre le gustó estudiar pero de niño no pensaba ser cura. Como sus compañeros de juegos, también él probó alguna vez el delicioso sabor de la fruta prohibida, sustraída a los vecinos: manzanas, peras y uvas. Como sus vecinos, también él llevaba el ganado -las vacas de su casa y el rebaño de ovejas del pueblo, que cuidaban por turnos- a pastar al monte comunal del Seixo. Desde allí, los días claros divisaba las rías de Vilagarcía, Marín y Vigo. Cuando hacía niebla cerrada, regresaba a casa guiándose por los animales.

Hijo de Avelino Pérez, un emigrante en Brasil (donde hoy aun reside su hermano), y de Felisa Bértolo, una humilde costurera (que llevaba su máquina a cuestas, casa a casa), era muy aficionado a leer novelas del Oeste. Sus maestros (de pago) fueron Ricardo Mateo Zurriaga de Presqueiras primero y José Couceiro en Soutelo después. Cuando mataron a este, perdió el curso. En noviembre de 1948 ingresaría en el seminario. El primer trimestre se sintió extraño por la comida y la forma de vida. Pensó en abandonar pero su madre le animó a probar un trimestre más. Desde ahí, ya todo sería "liso y llano". En los primeros años pasaron "mucha hambre". Luego todo mejoró y el trato de sus superiores y el ejemplo de tres curas -Manuel García Martínez y Senén Fontenla de Presqueiras así como Luis Castelao Vázquez de Merín- acrecentaron su vocación sacerdotal.

Paralelamente, mantuvo su afición por el fútbol.Incluso siendo seminarista seguía vinculado al equipo de Presqueiras. Iba con sus compañeros en el autobús y, tras jugar al fútbol, en él les esperaba durmiendo mientras que ellos se iban al baile.

Culminaría sus estudios en 1961 y oficiaría su primera misa con Senén Fontenla en Presqueiras el 24 de agosto de 1961. Ese día se cumplían 27 años de su bautizo. Para su madre fue muy emotivo. Le enviaron a Perlío (cerca de Ferrol) y luego a las parroquias estradenses de Vinseiro y San Xurxo de Cereixo, donde permanecería dos años. Le gustaban las parroquias de mar: eran "más locuaces y participativas" y a él le gusta "la gente alegre". Le encomendaron entonces Soutelo. Llegó de noche el 13 de diciembre. No quiso que repicasen las campanas. Al día siguiente pronunciaría su primera misa en Soutelo y luego otra en Trasdomonte.

Aunque la iglesia era nueva, la rectoral de A Madalena estaba en ruinas. Por eso, en 1967 impulsaría la construcción de la actual. Quedó "empeñado en 200.000 peesetas, que logró pagar gracias a la ayuda del pueblo "que colaboró muy bien", a la del Arzobispado y a la aportación personal y familiar. También se fue "liando" con actividades de los jóvenes -jugó al fútbol en el equipo de Soutelo- y, sobre todo, en "problemas sociales". Promovió pistas para el rural y traídas de agua para los pueblos. También se puso al frente de la reparación del cementerio, del salón parroquial en la capilla de San Roque y de la capilla de Trasdomonte del Santo Cristo da Luz. Solo así y por el cariño que le profesa a sus feligreses-y estos a él- se explica que lo que pensó que era un destino provisional -a la espera de otro de costa- le haya durado "toda la vida".