Desechada definitivamente la elección democrática de los consejos vecinales, el gobierno silledense ha designado a los delegados municipales en las 33 parroquias. "Por primera vez en varios años, el Concello cuenta con la figura de los delegados en todas y cada una de las parroquias", destaca el alcalde, Manuel Cuíña, que firmó el decreto de nombramiento de los 33 representantes.

Los delegados, popularmente denominados "alcaldes de barrio", se encargarán de servir de enlace entre el gobierno municipal y los vecinos de cada parroquia, a la hora de atender sus demandas y necesidades. "De este modo, podremos tener un nexo con las diferentes localidades atendiendo de forma coordinada a todas las peticiones y necesidades", añade el regidor.

El nombramiento se coordinó desde el departamento de Participación Ciudadana, que dirige Pilar Peón. Está previsto que en próximas fechas se establezca un calendario de visitas para todas las parroquias, con reuniones abiertas a todos los vecinos y la presencia de los delegados correspondientes. "Queremos que sean estos 33 hombres y mujeres los que canalicen todas las demandas y preocupaciones de sus vecinos y estamos seguros de que harán un buen trabajo", apunta Manuel Cuíña.

La designación llega tras "un fallido intento" de elección de los llamados consejos parroquiales, promovido por su exsocio en el bipartito (BNG) sin el apoyo del PSOE, que los liquidó a la par que el pacto de gobierno. Los socialistas apelaron a la "baja participación" para modificar el Reglamento de Participación Ciudadana en el sentido de hacerlo "más funcional". Aún así, algunos delegados corresponden a las personas elegidas en aquel proceso, en los casos en los que se superó el 20% de participación.

El calendario de reuniones en las 33 parroquias quedará fijado, probablemente, después del verano. Desde el gobierno se considera "clave" contar con una persona en cada parroquia "que canalice la atención que se precisa en cada caso". El grupo celebró el pasado viernes su primera reunión con miembros del gobierno local, en una cena de trabajo en la que ya se comenzaron a marcar las líneas a seguir en las parroquias.