Hasta ahora las escalofriantes imágenes de vagabundos durmiendo en la calle quedaba reservada, en la mayor parte de los casos, a las grandes urbes. La indolencia ante estas secuencias es menos frecuente en villas medianas, en las que también los servicios sociales tienen más capacidad para conocer los casos de necesidades e intervenir.

Los últimos años, a raíz de la crisis, millares de personas han sido despojadas de su medio e vida y hasta de una vivienda digna, ese espacio al que todos los ciudadanos deberían tener derecho, aunque la realidad es bien distinta. En las últimas semanas no es infrecuente ver en Lalín a algún transeúnte durmiendo en la calle. Aunque la decisión de recibir asistencia depende de la libertad de cada individuo, a estos casos puntuales se ha sumado otro hasta ahora desconocido. Unas de las esculturas del Paseo do Pontiñas, formadas por bloques de cemento y piedra -a escasos metros del puente de la Avenida Cuiña- ha sido habilitada como dormitorio. En el interior de este espacio, que cubierto por planchas de madera, se percibe lo que puede ser un lugar para pasar la noche, en una de las zonas más frías del casco urbano por estar cruzada por un río. Dentro de este reducido espacio se puede ver un colchón y otros útiles personales, además de envases de plástico, ropa y botellas o un balón de fútbol.

Esta escena llamó la atención a algunos de los centenares de lalinenses que a diario recorren el Paseo do Pontiñas para pasear, hacer deporte o incluso practicar la pesca en temporada. La situación urge la intervención de los poderes públicos en un municipio donde muchos de los vecinos que reciben asistencia social destacan la calidad de este servicio y la preocupación de políticos y funcionarios por dar una solución a situaciones inhumanas.